miércoles, 5 de abril de 2023

MASTER (II)

 

El Maserati de Ramiro era un modelo especial encargado por su suegro con motivo del ejercicio que él gerenció por vez primera y en el qué la empresa aumentó sus beneficios un 37,6%.
El Ghibli sedan de Ramiro era un V8 biturbo con turbocompresor lo más rápido del mercado. Una joya italiana. Negro noche con tapizado gris tormenta.
- Bonito coche me vas a regalar, guarra.
Escuchar la voz de Noel con tono sardónico le produjo a Ramiro un vacío en la boca del estómago que le llevó a pensar en que vomitaría allí mismo.
Temblando le respondió
- Pero..., este coche es, es...
- ¿Qué, perra, qué? mi coche, querrás decir. Venga, maricona, para este trasto y bájate. ¿Que te hizo pensar que iría a casa de una puta que me enseñase algo? Bájate ya, joder - el grito restalló en los oídos de Ramiro - yo te follaré cuando y donde yo quiera, no donde a ti te apetezca.
- Por favor, señor, llévame a casa de la perra. Seré tu esclavo, tu retrete, tu mierda, pero follamé delante de ella.
No se vio venir la hostia. La mano izquierda de Noel, como un rayo bíblico se estrelló contra la nariz de Ramiro que comenzó a sangrar profusamente.
- Te he dicho que te bajes de mi coche perra asquerosa - y al tiempo le sujetó la cara con su mano derecha medio levantándose de su asiento - ¿A que esperas, guarra? - y diciéndolo le empezó a chupar la sangre que le mandaba de la nariz, para luego escupirsela en la cara otra vez - ¡baja ya!
Ramiro, que ya habia detenido el coche del todo, abrió la portezuela iniciando la salida mientras Noel de un ágil salto pasaba de su asiento al del conductor empujando violentamente a Ramiro que acabó rodando por la calle.
- Y ahora guarra, abre el maletero y te metes, este es mi coche y la basura no va donde las personas.
- ¡Por favor! - gimió desde el suelo Ramiro sin dejar de sangrar.
- ¿Y a ti quien te ha dado permiso para empalmarte? - Noel hablaba en un tono de auténtico enfado fijándose en el tremendo bulto de la entrepierna de Ramiro.
De un salto, Noel bajó del coche, apuntó a la bragueta de Ramiro y le pateó sin misericordia. Luego accionó desde el salpicadero el mecanismo del estrecho maletero.
- ¡Que te metas ya, perra sarnosa! - y diciéndolo le agarraba por el cinturón arrastrándolo.
Ramiro hizo por meterse dentro con dificultades hasta conseguir acomodarse. Noel cerró la portezuela.
- Y no quiero volver a verte con ropa. Las perras van desnudas - le hablaba con el capó cerrado - te las apañas para quitarte eso y cuando vuelvas a abrir no quiero ver ni un cachito de tela sobre tu puta piel.
Ramiro dentro del maletero, a duras penas, quitándose o rasgándose la ropa consiguió mientras el coche circulaba desembarazarse de la ropa, pero de lo que no podía hacerlo era de la explosiva erección que tenía con la abundante emisión de precum. Nunca, ni en las sesiones más salvajes con Luna había tenido esos accesos de lujuria desatada y se dio cuenta que Luna era una empleada que representaba el papel que el esperaba que bordase, pero Noel era vida real, le había roto la nariz, le había pateado, no estaba actuando y no sabía que iba a hacer con él. Empezó a tiritar de excitación imaginándose las palizas o torturas a las que le sometería, y sin palabra de seguridad ni hostias. Estaba a su merced y eso le estremeció hasta tal punto que sintió que empezaba a correrse sin poderlo evitar. En la postura engatillado en el maletero en la que estaba alguna gota de lefa le alcanzó la cara. Se relamió y gritó.
- ¡Siiii! Esto es lo que he querido siempre.
Y de repente su coche frenó en seco. Ramiro pensó que habían llegado a casa de Luna, pero reparó en que Noel no sabía la dirección. La excitación de no saber dónde acababa de llegar le volvió a provocar otra erección explosiva. Y el maletero se abrió.
La luz blanca brillante del lugar donde estaban le deslumbró y poco a poco la figura de Noel se fue recortando contra la claridad. De fondo se escuchaban gemidos y murmullos apenas reconocibles.
- Vamos, sal guarra, hemos llegado a mi perrera.
Ramiro desentumeciendose a toda prisa saltó del coche intentandose poner de pie. Noel de una patada, le tiró al suelo violentamente. Los murmullos y gemidos de fondo se detuvieron.
- Las perras no se ponen de pie, eso es para humanos y tú ya no lo eres. Así que te quedas ahí en el suelo como todos hasta que vuelva con el documento.
Noel salió por una puerta y Ramiro empezó a explorar su entorno. Había tres jaulas. De una de ellas, la más alejada escuchó una voz cascada.
- No firmes, estúpido, no firmes, por muy cachondo que te ponga ese bestia
- Si, firma, tío - se escuchó una voz joven de una jaula más cercana - nadie me ha hecho gozar más en mis treinta años. Llevo aquí cinco y no me arrepiento ni un día. Ese te dice que no firmes porque eres el juguete nuevo y si antes le follaba poco ahora le tiene solo para algún amigo y para su mastín. Y no puede ni pajearse, aparte de viejo, tantos años de jaula le han dejado sin polla. Tu firma, y aprovecha la vida para gozar. El dinero solo da disgustos y preocupaciones. Yo con diecinueve tenía una pasta, era desarrollador de una empresa coreana, hasta que conocí a Noel en un bar. Tío, de verdad, empecé a vivir con veinticinco.
- ¿Cómo te llamas? - preguntó Ramiro.
- Olvídate de nombres. Aquí somos números. El vejestorio es uno, yo soy tres y este otro de la jaula es cinco. Así que tú serás siete, supongo. Ah, y en su presencia o la de sus amigos que no te vea hablar, aparte de que deja de follarte y te da a su mastín como a uno. Y ahora calla que viene por ahí. ¡Firma! no seas tonto.

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