jueves, 21 de julio de 2022

TATOO

 

- ¡Tío, por favor! convence a tu hermana. Tengo ya quince años, joder, yo creo que ya puedo decidir sobre mi cuerpo. Además solo quiero uno pequeñito y donde no se vea.
- Yo, sabes que no soy santo de devoción de tu madre, y falta que yo intente convencerla para que se encone más y no te lo permita. En menos de tres años eres mayor de edad y te lo haces.
- Todos mis amigos tienen uno y el David, dos, ¡joder! y yo, como un crío. Se cachondean de mi. Tú tienes uno que me lo ha dicho mi madre. ¡Convéncela! por favor.
- Si tengo uno y a la postre causa de mi separación. En realidad fue el detonante de que nos separaramos.
- Nunca me lo has enseñado.
- Ni el piercing tampoco. No están en un sitio digamos muy visible.
- ¿Tienes un piercing? Yo quiero uno en un pezón pero mi madre por poco me mata. Se puso como loca, no entendía porqué.
- Mi hermana tiene mala experiencia. El piercing me lo hice con tu padre en un finde de juerga al poco de casarse. Tú tendrías no más de dos años. Teníamos tal tajada que hicimos unas cuantas locuras y entre ellas el piercing.
- Yo a mi padre en la piscina nunca le he visto un piercing. Ni siquiera en la lengua, que alguna vez se lo habría visto..., espera, tío, no. No puede ser. Lo tiene..., ¿Ahí? Y tú también. Pero, ¿dónde?
- Tu padre se hizo un frenum y yo un Ampallang. Supongo que yo estaba más borracho que él.
- Y eso ¿Que es, os dolió mucho?
- Lo de tu padre no fue tanto. Es una barra que atraviesa el frenillo de lado a lado. Yo me lo hice, ya después, precisamente cuando el tatuaje y la verdad es que me cicatrizó rápido y prácticamente no me dolió. El mío, el Ampallang me tardó tres meses en curar. Tres meses sin follar, y si, si me dolió. Lo cierto es que ahora da mucho morbo, junto con los otros.
- ¿Otros, tienes más?
- Si, tres más. Dos Didoe y un Príncipe Alberto.
- ¡Joder, tío! Enseñamelos por favor, enseñamelos. Y el tatuaje, ¿Que es? ¿Dónde lo tienes?
- Mira Jero, ¿sabes que te llamas así por mí? Soy tu padrino. Jerónimo. Tienes quince años para dieciséis y no sé cómo vas a llevar empaparte de lo que te voy a enseñar. Y tengo aún un piercing más del que no tiene noticia nadie. Uno anal.
Jero se le cambió la cara. De pronto la faz de crío al que todo le emociona y todo le parece bien se demudó. El semblante jaranero de adolescente se trocó en oscuridad y dureza.
- Anal, ¿Como?
- Cómo el de los ombligos. En uno de los márgenes abarcando el músculo orbicular externo, que al fin y al cabo se hace incompetente en un momento. 
- Entonces, ¿Que pasa, que se te cae la mierda?
- No Jero. Hay dos músculos que impiden que se salga, el externo que se puede volver incompetente y el interno que es el que siempre funciona y entre uno y otro un trocito de unos dos centímetros, el canal anal.
- ¿Y cuando cagas? ¡joder, con la conversación!
- Después de cagar, bidé o toallitas húmedas y listo. Hay que conservar la higiene.
- Menos mal que no te tienen que dar por el culo porque pobre polla toda despellejada.
- Si túvieran que follarme..., o, cuando me follan. ¿Tú que sabes de mi vida? Piénsalo. Me lo quito. Tiene un clip, es fácil, quitárselo y ponérselo. El morbo que le da a tu pareja vertelo a veces le anima a dar un lengüetazo.
- ¿En el culo? Joder, tío. ¿Que tía le chupa el culo a un tío?
- Muchas y más tíos. ¿O es que ni por curiosidad has visto nunca porno gay?
El chico se quedó callado y humilló la mirada, cómo sintiéndose cogido en falta.
- Pero fue solo una vez. Con el primo que me dijo que la viéramos y no supe decirle que no.
- ¿Y qué? Os pajeásteis ¿Verdad?
- Te lo ha dicho el primo. Será maricón. Él me la chupó. Me dijo que no pasaba nada que todas las bocas son iguales.
- Y tu a él. Me juego el bigote a que tú también. Aunque solo fuese por no parecer un retrógrado.
- ¡Joder, de verdad, tío! Ya está bien - Jero empañó los ojos de lágrimas. 
- Venga, Jero ya está. Mira. Te voy a enseñar mi tatuaje. Los piercings otro día. Te prometo que intentaré convencer a mi hermana de lo de tu tatoo.
Jerónimo empezó a desabrocharse el pantalón y se lo bajó hasta los tobillos. El chico puso cara de sorpresa y se levantó como un resorte del asiento 
- Tranquilo, chico, que no me la voy a sacar. Pero es que el tatuaje lo tengo aquí, en la ingle y para que lo veas bien tengo que exponerlo bien, mira - Jerónimo se bajó el calzoncillo justo hasta el arranque del pene para que pudiera verse en todo su esplendor el tatuaje.
- Tío, es el sol, ¿No? Pero que tiene dentro un ojo mira adelante y el otro de lado - Jero acercó su dedo índice al centro del tatuaje y apoyándolo débilmente en la piel dibujó el perfil de la luna que estaba insertado en la cara del sol.
- Jero, por favor, hijo, quita ese dedo de ahí, está demasiado cerca de dónde no debería estar. Y creo que lo puedes comprobar a simple vista - el chico se quedó mirando con sorpresa el calzoncillo de su tío que crecía a una velocidad respetable y quiso cambiar el tema.
- Y ese tatuaje - retiró su dedo a gran velocidad - porqué tiene ese perfil dentro del sol.
- Es el sol y la luna, Jero.
- ¿Y eso, porqué?
- Ya eres mayorcito para saberlo. Soy bisexual, Jero.
- ¿Bisexual? Y eso significa...
- Que me gustan sexualmente tanto las mujeres como los hombres.
- Entonces, ahora lo comprendo todo. Has follado con tíos.
- Últimamente más que con chicas. Los coños que por tu edad tendrás a tu alcance son realmente apetecibles. Los que por mi edad podrían estar a mi alcance, son para follarlos, no para meter la boca. Y yo soy bocón, me gusta follar con la boca y para eso una polla es mucho más apetecible. Tú lo sabes que ya te ha entrado una en la boca. Dando estás explicaciones el pene de Jerónimo continuó creciendo hasta asomar medio capullo exhibiendo orgulloso su Príncipe Alberto. 
- Mira, ya sabes otra cosa, esto es un Príncipe. Entra por el agujero de mear y sale por el frenillo y si bajas un poco el elástico del calzoncillo..., Vamos, lo estás deseando, baja un poco el elástico y verás el Ampallang y los didoe.
Jero, tragaba saliva y de forma completamente refleja se llevó la mano a la bragueta y se manoseó.
- Lo ves, chico. Te estás empalmando. Bajame ya el calzoncillo y date el gustazo de ver lo que quieres.
- Bajatelo tu, tío Jerónimo - el chico empezaba a transpirar aunque no hacía calor - es tuyo. A mi me da igual.
- Te da igual - empezó a decir Jerónimo subiéndose el elástico y recogiéndose los pantalones de los tobillos - pero tú te has empalmado. Dime qué es mentira - y diciendolo su mano como el rayo se lanzó a la bragueta del sobrino y agarró el trozo de carne dura, dio un par de halones y soltó - que soy muy viejo ya para ti y me he fijado en miles de braguetas. Y la tuya me dice que le encantaría estar abierta dejando al pájaro suelto. Anda. Ya has visto más de lo que te correspondía, el tatoo y el príncipe y no has visto más porque no has querido.
- Tío. ¿Te la han metido por el culo?
- Muchas veces, y para mi gusto, menos de las que me deberían haber metido. Sobre todo con vuestras edades, las de tu primo y la tuya, que tuve oportunidad de dilatarme entonces y por cortedad, miedo o vergüenza o un mix de todo me eché para atrás.
- Eres maricón, entonces 
- ¿Qué coño es ser maricón? Tu también lo serás porque te has metido una polla en la boca y además te acabas de empalmar viéndome el capullo.
- Pero nadie me la ha metido por el culo.
- Date tiempo y a ver, porque por lo que yo he podido observar tienes muchas papeletas.
- El culo es para cagar. Eso es lo natural.
- Y la polla para mear. Y el tiempo que no los usas, ¿Podríamos encontrarle otra utilidad? De hecho se la encontramos. Hay más culos follados que pelos en la cabeza.
- Pero eso tiene que doler una barbaridad. La dirección es de dentro hacia afuera.
- En las mujeres la vagina es de fuera adentro y a veces de dentro afuera con un tamaño que te cagas. El ano se dilata en las dos direcciones y las dos pueden ser placenteras. A mi me desvirgó un hombre ya cincuentón cuando yo tenía diecinueve. No sé ni cómo me fui con él. Era fortachón con bigote y tenía una mirada penetrante y diría que hasta violenta y me subyugó. Tenía como magnetismo. Me fijó con la mirada. Estábamos en un bar de carretera, iba yo a la uni y me había parado a tomar algo. Estaba atardeciendo ya.
- Pero antes de eso, ¿Tú habías tenido ya algún rollo con alguien?
- Con amigos de la pandilla, siempre con borrachera por medio y amnesia matutina por parte de los dos. Nada importante, mamadas mutuas, pajitas y poco más. Salvo uno que amanecimos en el coche solos los dos a la mañana siguiente, no era habitual de la pandilla, que le pregunté que qué había pasado la noche anterior y me contestó que me dejase de hostias que la mamaba muy bien y le jodió que apartase la boca cuando se corrió. Que mi polvo fue directamente a su estómago y que si había próxima vez me iba a amarrar la cabeza y atragantarme de leche. Quedamos para esa noche en un motel y echamos el polvo de mi vida, la primera vez que tragué leche. Y él también se la volvió a tragar, le gustaba y yo le cogí el gusto. Tú le conoces, alguna vez estaba aquí cuando tú has venido; Rosendo. No perdimos el contacto y seguimos follando, sin rollos emocionales ni compromisos. Es lo que más me gusta de follar con un tío.
- El Rosendo ese si me acuerdo. Imposible olvidar las miradas que me echa, y eso que no le habré visto más que un par de veces. Bueno, tío Jero. El camionero. Cuenta.
- Estás que te corres, eh, canalla. Estás babeando - se echó a reír feliz con su ocurrencia - se te nota el empalme y seguro que si te la sacas está destilando precum.
- No te vayas por las ramas, tío - se sonrió condescendiente mirándole de forma cómplice - y dime cómo fue lo del camionero.
- Yo no he dicho que fuera camionero.
- ¿No lo era? En un bar de carretera, fortachón con bigote he deducido que era camionero.
- Si. Era grandote, con una camisa de leñador, lo típico, abierta hasta casi el ombligo enseñando una mata de pelo negro abundante. Brazos morenos y potentes y algo de barriga. Me clavó la mirada, me hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera. Y no se porqué, le seguí, temblando, con la polla que me saltaba las costuras del vaquero. Tenía la respiración acelerada pero no podía evitar seguirle un par de pasos detrás. Es la sensación más emocionante que he sentido nunca. Entró en el servicio y yo detrás. Se fue a uno de los urinarios y yo me detuve nada más entrar, como paralizado, el corazón en la boca. Giro el hombre la cabeza y volvió a ordenarme, porque ese movimiento de cabeza era una orden en toda regla. Me encantaba que me lo hiciese, me encantaba obedecerle, me daba placer obedecerle. No conocía hasta ese momento esa emoción. Me puse en el urinario de al lado y me saqué la picha para mear. El la tenía fuera, morcillona y meando. Un chorro grueso y fuerte. Me cogió la mano más cerca de él y me la llevo a su polla. Se la sujeté y él me llevó la mano al chorro y me dijo que le cogiera el capullo y me empapase la mano de su orina. "Para que te mee en la boca me lo tienes que rogar, perra"  Creí que me corría de gusto allí mismo. Nunca se me habría ocurrido que alguien pudiera mearme en la boca, ¡Que asco! pero en esa situación el asco se me cambió por deseo de que se materializase. Deseé en ese instante que me empapase de su orina. Cuando acabó de orinar se la guardó y se limitó a decir "Sígueme guarra"  efectivamente, lo era, me producía placer considerarme una guarra y que él me lo recordase. Le seguí y llegamos a un Mack enorme. Abrió el camión subió y me ordenó que le siguiera. Subí al camión muy nervioso. Dentro de la cabina podía hacerme lo que quisiera y barajar la opción de que quisiera hacerme daño me excitaba aún más. Deseaba entregarme a aquel tío.
Jerónimo con el relato no se había dado cuenta de que su sobrino se había desabrochado el botón del pantalón y con la mano metida por dentro de la ropa interior se acariciaba la polla.
- Te la puedes sacar si quieres. Estarás más cómodo, a mi no me va a importar.
- No, déjalo, así estoy bien - le contestó sacándose la mano de la entrepierna - sigue, ¿Que pasó en la cabina, te trató peor aún?
- Descorrió una cortina a espaldas de los asientos y detrás había una cama. Me hizo pasar y me ordenó que me quitase la camisa. Se me quedó mirando y me pellizcó los pezones. Me dolió y me quejé intentando eludir el castigo y me calzó una hostia que me hizo saber de qué iba aquello. Me sometí no por miedo, me escocía la bofetada pero la polla no podía estar más dura. Me excitaba que me pegase, no lo entendía. Siguió pellizcandome los pezones, yo estaba encogido intentando minimizar el castigo y empecé a llorar, "La perra tiene mucha pena" me soltó los pellizcos y me cogió con las manazas la cara, se acercó a mí con la boca abierta, sacó la lengua y me lamió las lágrimas. Eso me excitó sobremanera y le eché mano el paquete. Me la apartó de un manotazo y me dijo que yo tenía que hacer lo que él me dejase hacer. Se sacó la polla y me dijo que abriera la boca, me escupió dentro y me dijo que ese era mi premio, luego me cogió la cabeza y me clavó la polla en la boca. Me atragantó, las náuseas no paraban, yo seguía echando lágrimas pero no era pena lo que tenía, estaba a punto de correrme. No he vuelto a sentir tanto placer nunca. Cuando se cansó de destrozarme la garganta, él mismo me arrancó prácticamente el pantalón y el calzoncillo no me lo quitó me lo rasgó con su manazas en la parte del culo. Supe que me iba a reventar, tenía una polla respetable, pero estaba tan excitado que estaba dispuesto a resistir lo que fuera. Me daba igual que me rajase o me reventase: lo deseaba. Temblaba de miedo y deseo a la vez. Le dije en el clímax de la lujuria que me follase una y otra vez, que me diese a sus amigos como su puta que era.
- ¿Te hizo mucho daño, te dolió mucho?
- Nada. Fue todo un descubrimiento. Me hice adicto al ano. Nada da más placer. No me dijo ni cómo se llamaba. Quizá mejor. No le volví a ver. Y mira que volví unas cuantas veces a diferentes horas por ver si podía volver a verle. Pero nada.
- Bueno, y como es que no te dolió. No me lo explicó - no se había dado ni cuenta, pero tenía la polla tiesa en la mano.
- No tan grande como la del camionero, pero tú polla tampoco está mal.
- Tío, joder deja mi polla en paz y déjame que disfrute de tu película. Estabas que te rasgó el calzoncillo y te dejó el ojete al aire.
- Sacó de una alacena un tarro grande lleno de algo que cuando lo estiraba hacia hilos. Un lubricante para puños. Me embadurnó toda la raja y empezó con los dedos. En menos de lo que se santigua una monja me tenía metidos cuatro de sus dedazos. Sentía presión y dilatación pero no dolor y antes de que me diese cuenta me la había clavado. ¡Dios, Jero! Que placer sentir entrar y salir ese pedazo de  carne en barra. Y la sensación de placer suave e infinito cada vez que la sacaba y la metía como el que clava un piolet en un bloque de manteca. En una de esas embestidas, sin ni siquiera tocarme me salió un géiser de leche y casi me desmayo. Entonces él se detuvo con la polla dentro y con un largo gruñido, me preñó. La sacó y me dijo que me largara que se tenía que marchar. Arrancó el camión y casi me tuve que tirar del camión. Ese fue mi desvirgue. Y me encantaría que el tuyo fuese parecido.
- Ya has dado por hecho que me van a abrir una puerta trasera.
- Ya la tienes solo que no la sabes usar.

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