jueves, 24 de febrero de 2022

MI PADRE (2)

 

- Vamos a dar un paseo, Pedro. Prefiero ir caminando mientras te saco de todos tus errores que estar frente a frente. Hay revelaciones que me va a dar hasta vergüenza contarte. Lo tuyo con Neftalí me parece una pequeña travesura y si te tengo que decir la verdad, me alegro que disfrutases con ese chico.
- Papá, se que me puse muy farruco con la directora pero no podía ponerme a explicar lo que me pasa con ese niño. Es que veo esos tirabuzones de las patillas y esos ojos grises clavándome como a una mariposa y me pongo a temblar. No sé cómo es pero tengo necesidad de tenerlo a mi lado, tomarle la mano, apretarsela y ser feliz.
- Estás enamorado, Pedro, es así, un flechazo, hijo. Pero espera que yo te cuente. Vamos a la calle.
Pedro sintió una sensación de ternura por su padre que no conocía. Era feliz por ser su hijo y se lo tenía que decir. 
- Papá, te quiero mucho.
Alejandro notó agolpalserle las lágrimas en los ojos y dió un fuerte abrazo a su Pedro.
- Yo estudié fuera de mi casa. Tu abuelo tenía posibles y quería que hiciese económicas, que era lo que me gustaba, un híbrido entre ciencias y letras, tiene mates, pero tiene historia y filosofía era como si una cosa desintoxicase de la otra. Total que vivía en un piso con otros tres tíos, fiesteros y gamberretes y si querías vomitar no tenías más que pasarte por aquella habitación que en su día fue una cocina. Total que yo comía en el comedor universitario que no era una experiencia gourmet, pero no estaba mal y abundante por muy poco dinero. Los festivos algo de comida basura, unas tapas y a esperar el lunes. 
Había una chica, tu madre.
- ¡Ah! la conociste en la Uni
- Si. Siempre iba con otro chico de muy buen ver, atlético, siempre alegre y parecía estar a gusto con tu madre. Todos por alguna razón ocupábamos la misma mesa o cercana si la tuya estaba ocupada. A mi se me iba la vista de vez en cuando a la mesa de tu madre hasta que un día vi que se levantaban los dos antes de que lo hiciese yo. Vi que el chico se iba y tu madre se dirigía a mi mesa con cara de pocos amigos. Me eché a temblar.
- Ya te gustaba, ¿No?
- Espera, que es algo más complicado. Se me acerca y con los labios apretados me apoya una mano hecha un puño bien cerrado en la mesa y la otra también en puño apoyada en la cadera, y me dice: "¿Se te ha perdido una como yo? porque es que hace semanas que cada vez que vienes no me quitas ojo. Y estás muy equivocado" 
- ¿Era brava mi madre, eh?
- Déjame seguir que la historia toma un giro inesperado. Le dije, que se estaba equivocando y ella no aflojaba sus rasgos acerados hasta que se lo dije y se desinfló.
- ¿Que querías casarte con ella?
- Ja,ja,ja, ¡nooo! Le dije que a quien miraba era a su acompañante, que era el que me gustaba y que hiciese el favor de no decírselo.
- Papá, que imaginativa tu respuesta para salir del paso, que bueno 
- No, hijo, no. Me gustaba el chico. Hijo, soy gay.
Pedro se quedó impactado, de pronto comprendió la repercusión que tuvieron que tener las palabras que le dijo y en una milésima de segundo repasó cada abrazo cada beso cada caricia que le había hecho a su padre en la cama desde que recordaba y cómo debería él haberlo manejado todo. Siempre le pareció que, dormido, su padre le arrimaba su miembro duro, pero lo desechaba por malpensado y se reconvenía para sus adentros. Su padre en ese momento, tras su declaración tenía la cabeza hundida entre los hombros mirando el camino por el que el paseo se iba haciendo cada vez más moroso. En un momento Pedro revivió la felación a Neftalí pero no era el judío, era su padre y un escalofrío le recorrió toda la columna hasta estallar en el ano y provocarle una intensa erección. Se asustó.
- Papá, vale, eres gay, y no me importa. Te quiero. Entonces ¿quién es mi padre?
- Pedro, hijo, aunque te parezca mentira, yo y solo yo. Voy a seguir, porque hay más, mucho más.
Tu madre no se creyó lo que le dije y me dijo amenazadora que no siguiese avisándole y que a Cristóbal, su amigo le dejase en paz, que no admitía bromas con los sentimientos de su amigo. "Y en cuanto a mi, enterao, yo si soy lesbiana, de verdad, y tengo novia" y se le quedó la vista perdida en la nada sin de ir nada. Relajó la dureza de su gesto y apretó las mandíbulas. Y empezó a llorar. Le pedí perdón si la había ofendido pero le reiteré que era gay y que no bromeaba, que sentía mucho haberla hecho llorar. "No pasa nada. Ya se pasó. Pero por favor no te rías de mí amigo, es una muy buena persona y además, le gustas. Le he repetido hasta la saciedad que se te acercase, pero es incapaz. Te repito, no te rías de él seas o no seas gay" 
- ¿Y te acercaste?
- ¡Vaya si me acerque!
- Aquello fue un viernes y no volví al comedor hasta el lunes. Nunca se me olvidará, había potaje de garbanzos y tortilla de patata. Cogí la comida, me senté donde siempre y por el rabillo del ojo vi a tu madre y a Cristóbal en su mesa. No me atrevía a mirar sin decidirme a hincarle el diente al potaje cuando se plantaron en mi mesa.
- Hola. Vamos a empezar las cosas bien. Yo soy Clara, este es Cristóbal y tu ¿tendrás nombre?
- Me puse nervioso, me levanté atropelladamente, empujé el plato, lo medio derrame, me puse rojo escarlata y solo alcancé a decir que se sentasen. Sequé con servilletas de papel lo mejor que pude, me disculpé y dije que era Alejandro. Cristóbal me tendió la mano y le dije que se dejase de bobadas, me levanté un poco y le plante dos besos y a tu madre lo mismo. Luego fui serenandome y miré bien a Cristóbal y se azoró mucho y para aliviarle le dije que si venía al cine conmigo esa tarde. Tu madre saltó: "A la fila los mancos" yo sonreí y ya haciendome con la situación contesté que por mi, sin quitar mis ojos de los de Cristóbal, cambiaba la puta fila por la cama de mi cuarto en el piso.
- ¿Vives solo en un piso?
- Con tres estudiantes de Medicina y para tu información no me he acostado con ninguno, ni lo he intentado. Cuando no están histéricos estudiando están borrachos o de juerga por ahí. Así que seguramente ni se enteran que me he llevado un ligue a mi cuarto.
- Así que era verdad, eres gay..., Alejandro.
- Te lo dije, Clarita
- No por Dios, no me llames así, la serie esa Heidi, la odio, así que te ruego que no vuelvas a llamarme de semejante manera.
- Perdón, Clara, perdón. Y tengo que suponer que tú eres lesbiana, también.
- Total, que queda claro. Somos dos reinas y la bollera. Yo me tengo que ir Ale. quedamos ¿o qué?
Tu madre se despidió, nosotros quedamos y aquella tarde noche fue memorable. Yo no sé la de veces que lo hicimos. Era feliz. Nos fuimos a vivir a un estudio los dos. Allí iba tu madre. Cristóbal y yo a veces nos íbamos unas horas al cine y a cenar y le dejábamos el estudio a tu madre y Nerea, su novia, precisamente con la que se fue cuando cumpliste siete meses y te desteto. Nerea se hizo arqueóloga y consiguió trabajo en la Universidad de Tel Aviv. Le dieron alojamiento en Jaffa, a once minutos de la Uni y tú madre, filóloga de lenguas semíticas no tardó en encontrar acomodo. Allí siguen, creo, hace dos años que no tengo noticias. A Nerea le concedieron una beca de la Universidad de Glasgow para excavar en Armenia hace dos años y desde entonces nada.
- Si, pero cómo se quedó embarazada, ¿fue un in vitro? Tu gay, mama lesbiana, ¡Joder! papá, ¿que clase de milagro es ese? No me extraña que yo sea como soy, lo que no se es como no me salió antes.
- Espera, hombre. Déjame que te lo explique. Mientras estábamos en el estudio, tu madre venía frecuentemente. Se sinceró conmigo. Tus abuelos eran muy estrictos y nunca habrían aceptado la condición de su hija, y menos aún que tuviese una pareja femenina. La presionaban cada vez más para que formará una familia y ella ya no sabía que decir.
Un día estaba yo con Cristóbal a brazo partido muy excitados los dos con mucho deseo pero reteniendonos para prolongar el momento y sonó el teléfono. A la madre de Cristóbal le había dado un ictus y reclamaban su presencia. Te puedes imaginar, salió el pobre a escape y yo me quedé con los pies fríos y la cabeza caliente. Y en eso, que llegó tu madre hecha un mar de lágrimas, les había dicho a sus padres en medio de una bronca cataclismica que era lesbiana y quería a una mujer. Sus padres la echaron de su corazón repudiandola, y de su casa. Estaba desecha y yo muy caliente. La abracé, yo seguía en pelotas, Cristóbal acababa de irse y la verdad es que no se cómo fue. Después lo hablamos muchas veces tu madre y yo y ella tampoco supo que nos pasó. Como ella dice siempre "Pasó porque Pedro hacía falta en la tierra, no se de qué manera explicarlo mejor"
- Bueno, y que pasó cuando se enteró que estaba embarazada.
- Tu madre, cuando naciste, se seguía preguntando que porqué había mantenido el embarazo en lugar de abortar y acabar la historia. Al fin y al cabo ya no se hablaba con sus padres. Debió ser cosas de las hormonas, no se.
El caso es que cuando vino toda histérica a decirme que estaba preñada de dos faltas a mi se me encendió la bombilla en la cabeza. La verdad, me hacía mucha ilusión tener un hijo y tú madre me confesó que también. Ya está le dije. Vamos a tu casa de la manita y les decimos a tus padres que nos vamos a casar que estás embarazada. A ellos que son tan capillitas preferirán una hija preñada soltera, pero que tiene un novio que se responsabiliza y que se va a casar a una hija bollera con novia. "Que hijo de puta eres, aunque tengas razón" me dijo no sin un deje de alivio por haber encontrado la solución. "Y en cuanto el niño sepa andar, divorcio que te crió, y aquí paz y después gloria, porque yo no voy a renunciar a Nerea", ni yo a Cristóbal, le contesté. Estuvimos de acuerdo y así lo hicimos.
Y en eso que me vi quien venía. Apreté la mano de mi padre y frené el paso.
- ¿Que te pasa, Pedro?
- Viene Neftalí hacía nosotros.
- Tu tranquilo. Que se cruce y no le digas ni hola
Fijé la mirada en el suelo esperando que Neftalí hiciera lo mismo. Pero no pude sustraerme a atisbarle de reojo y algo me llamó la atención, no sabía bien que era, pero me llamaba tanto la atención que levanté la cabeza y miré a Neftalí a la cara. Eso era, no tenía los peyes, esos maravillosos tirabuzones laterales que tanto me atraían. Al cruzarnos, se detuvo y me sujetó por el antebrazo. Tenía cara de angustia y me pareció que lloraba.
- Pedro, tengo que hablar contigo. Por favor, tengo que hablar.

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