miércoles, 24 de febrero de 2021

AMIGOS..., cont (bis)


El hostal estaba a las afueras. En su momento era de carretera hasta que la ciudad lo fagocitó. Fue tiempo suficiente de coche para que Sebastián se tranquilizarse y para que Isabel, con ese sexto sentido que tienen todas las mujeres supiese que tenía que dejarle que ordenase sus ideas, porque si de algo estaba convencida es que el día que ella pasó con la abuela a su novio le pasó por encima una apisonadora y lo desbarató. Si quería enterarse de todo tendría que ser muy prudente.

Entraban en el hostal y Sebastián le puso a Isabel la mano abierta en el culo y la deslizó a la entrepierna.

- ¡Para, calentorro! En nada estamos en la habitación y ya tengo ganas de tenerte dentro, bien duro y caliente. Ya estoy empapada - confesó en voz baja.

- Te la voy a tener metida toda la noche - le susurraba al oído mientras empujaba la puerta del hostal. Se acercaron a la recepción, un pequeño mostrador en el que un treintañero vestido informalmente les esperaba con una amplia sonrisa - tengo una reserva - y ya el recepcionista tenia la llave en la mano.

- Con un carnet tengo suficiente. Aquí esta la llave, la 102, como siempre ¿no? - y mantuvo una mirada intensa en los ojos de Sebastián, que tras un momento de indecisión sacó su carnet y lo depositó sobre el mostrador.

Sebastián estaba otra vez muy excitado y nada mas abrir la puerta de la 102 la abrazó haciéndola sentir su dureza. Como si les quedasen solo minutos antes de que el destino les separase, de forma torpe se desnudaban el uno al otro sin dejar de besarse y comerse y en ese momento, la memoria le puso la zancadilla a Sebastián y sin poder remediarlo se vio el día anterior desnudandose con desesperación junto a Mario sin querer dejarse de besar. Le atenazó el panico otra vez y su explosiva erección se transformó en temida detumescencia sin que fuera capaz de remediarlo. Se separó de Isabel como para desvestirse antes y poder recuperar su dureza. Al quitarse los calzoncillos pudo comprobar que no tenía más que un colgante de carne flaccida.

- Voy a orinar - estaba de espaldas a Isabel, para escamotearle el gatillazo y cuanto mas interés ponía en recuperarse mas a merced de los acontecimientos se sentía. La sensación de terror panico le hizo marearse; estaba hiperventilando. Y entró en el baño.

- Orina en la ducha, chico, en el vater, con ese empalme no vas a atinar ni con una gota.

Sebastián se sentó en la taza del vater y comenzó a llorar. No podía, el pene cada vez era mas pequeño y la imagen de Mario, aguantando sin rechistar sus embestidas lúbricas, se agigantaba. Iba a confesarselo a Isabel y en ese momento ella le llamó.

- Cariño, estoy en la cama como a ti te gusta, desnuda, en penumbra.

- Ya voy - y en su cabeza vio aún un rayo de luz. En penumbra entraría en la cama y  comenzaría  con un  cunnilinguis; sabía de otras ocasiones que lamer profundamente el sexo de Isabel centrandose en la lisura de las ninfas y la dureza del clitoris le provocaba erecciones intensas.
Efectivamente, salió del baño con la luz apagada ya, de manera que Isabel no le viera desnudo. Entró en la cama y rapidamente se  colocó entre sus piernas, alargó los brazos y comenzó a pinzar  con sus dedos los pezones de su novia, que gimió de placer. Al tiempo lamió y lamió el sexo hasta dar  con su botón duro. Notó que su  cuerpo reaccionaba positivamente y parte de su miedo atenazante se diluyó. Rapidamente pensó en aprovechar la erección para penetrarla y correrse en un par de bombeos y luego disculparse por su precocidad; estaba demasiado caliente, ella le ponía muy burro y no se podía aguantar; encima iba a quedar de lujo. Se aupó sobre Isabel, le buscó la boca para besarla al tiempo que su pene duro encontraba la humedad de ella.

Fue una décima de segundo; empezar a besarla y hacersele presente la cabeza excesivamente girada de Mario con sus ojos implorantes de beso miéntras él  se corría dentro de su  cuerpo, que su verga desfalleció, incluso perdió la turgencia necesaria para mantenerse dentro. Isabel al sentirse vacía echó mano al sexo de Sebastián para ayudar a la inmediata penetración y tocó los genitales de un niño.

- ¿Que te pasa, cariño?

- No se - Sebastián se hizo a un lado mirando al techo.

- No pasa nada, verás como en  cuanto te haga una de mis mamadas todo se arregla - y diciéndolo se incorporó en la cama y se inclinó sobre el regazo de Sebastián,  comenzando la felación.

Pasaban los segundos y los minutos con Isabel aplicada a restablecer las fuerzas de su novio y en los oidos de él resonaba la frase con su capullo rozando los labios de Mario: "Te doy mi culo si tu me das tus labios" La frase martilleaba una y otra vez pero en su verga estaban los labios equivocados. Al cabo de unos interminables y humillantes minutos Isabel lo dio por perdido.

- ¿Quien es ella? - la dureza de la voz de su novia amenazaba tempestad. Sabía como era Isabel cuando perdía los estribos y lo ultimo que quería, además, era un escandalo.

- Me encuentro mal cariño. De verdad que no hay ninguna otra - y no mentía, había un otro, y él lo sabia, Mario se le había metido en su corazón - creo además que estoy destemplado. Prefiero que nos vayamos.

Isabel, supo en ese momento que no sacaría agua de ese pozo y comenzó una retirada estrategica, pero el fuego de  celos que la  consumia no se iba a sofocar tan facilmente.

- Vamos cariño. Vamos a vestirnos, me llevas a casa, vas a tu residencia, te tomas algo y mañana hablamos con  calma - se acercó a su cara y le dio un medido beso en la mejilla.

Mientras conducía de vuelta a la residencia iba aumentando su rabia y su culpa a la par. Iba a hostiar a ese mariconazo por haberle arruinado la vida. Y a medida que se acercaba a su destino las lágrimas se le agolpaban impidiéndole casi ver la calle. Aparcó y salió del coche deshecho. 

- No, - se dijo en voz alta - no Sebastián, el maricón eres tú - se detuvo antes de entrar al edificio apoyando una mano en la jamba de la puerta, agotado de tanta tensión acumulada durante el día. Esto no era ya como esas barrabasadas que hacia desde que era un zagalón y de las que se escabullía con medias verdades, excusas inverosimiles y apelando siempre a su encanto personal, esa sonrisa que era como la munición de un Magnum, no dejaba a nadie indiferente. Esto iba ya de realidades insoslayables, personas reales que sufrían, sentimientos desgarrados y corazones destrozados. Se le vino a la memoria el retrato de Isabel y se le partió el alma - hoy va a acabar toda esta farsa - y penetro en la residencia.
Abrió la puerta de la habitación, miró su reloj, la una pasadas. Cuando dejó a Isabel en su casa estuvieron un buen rato en el coche, ella intentando abrir la concha y él escabuyendose como mejor podía y al tiempo pensando en la manera de vengarse de Mario. 
Mario estaba en su cama durmiendo ya después de un dia de trabajo y no se imaginaba lo que iba a tener que manejar.

Sebastián se quedó de pie mirando a Mario mientras lloraba sin poderse contener, en silencio. Acercó una silla y se sentó y entonces sin ninguna  violencia despertó a su compañero de cuarto.

- Mario - pronunció su nombre varias veces como con sordina, no quería ni asustarle, ni molestarle, pero era imperativo sincerarse con él. Al tiempo con mucho cuidado le movía el  cuerpo sujetandolo por el hombro. Finalmente Mario despertó.

- ¿Son las siete? joder me he quedado dormido - al tiempo que se destapaba a Sebastián no se le escapó que su amigo tenía una erección monumental. 

- No Mario, es la una y tenemos que hablar

- Hostia, Sebastián ¿no puedes esperar a mañana? tengo sueño - y al tiempo enterraba la cabeza en la almohada y volvía a arroparse.

- Va a tener que ser ahora, Mario - y al tiempo deslizó su mano por debajo de la sabana y le acarició la entrepierna, apreciando la dureza de su sexo, y eso, si desperezó a Mario.

- ¿Que haces, loco? - y al tiempo de un salto se sentó en la cama - ¿que ha pasado con Isabel, nos estabas en ese hostal follando?

- Escúchame Mario, por favor, escúchame  y no me interrumpas - hizo un silencio para dar oportunidad a Mario de replicar y continuó - Aquel dia de hace casi nueve meses que abriste la puerta de la habitación y me tendiste la mano, me embrujaste, cabrón. En ese momento me quedé enganchado, ni se cómo fue, ni ya me importa. Tu fuiste el primer tío con el que he follado, y hoy no me arrepiento, ya no me arrepiento. Estos meses me has tenido loco. Muchas noches me levantaba de madrugada y me quedaba de pie al lado de tu cama contemplandote y luego lloraba cuando me acostaba porque "yo no soy así" me decía y luchaba contra mis sentimientos. Y te repito que nunca en mis veinticinco años había llegado a plantearme acostarme con un tio. Si, veía porno de tíos que diciéndose heteros follaban con otros heteros, el secreto estaba en no besarse ni declarar sentimientos. Eso me ponía a salvo porque luego, desde los quince años que me la chupó Susana, una vecina, no he parado de satisfacer mi apetito sexual con mujeres, y siempre con éxito.
Lo de la shemale es mentira, Mario. Estaba desesperado, de verdad. Hasta el olor de tus sabanas me consolaba. Muchos dias me demoraba mas de la cuenta, esperaba a que te fueses, me desnudaba y me metía en tu cama. Allí con la cara aspirando tu aroma en la almohada derramaba lágrimas. Supe lo que era estar enamorado. Me excitaba estar donde tu habías estado y tenía que tirarme de la cama porque no quería masturbarme sin tu consentimiento. 
Ayer, estaba bebiendo en la bar mientras Isabel estaba con su abuela, debía tener tal cara que se me acercó una chica y me dijo: "En el amor y la guerra no hay reglas si se trata de ganar. Mira tío se te nota a la legua que estas enamorado y necesitas a esa chica" y yo, no me preguntes porqué, sin preocuparme quien escuchaba le corté  y le dije "chica, no. Chico" me miró sonriente y me dijo "se te ha cambiado la cara cuando lo has dicho, porque lo has dicho TU, no el personaje que vas representando por este puto mundo. A por él, si es para ti, será y si no, al menos sabrás donde te encuentras. Como no se puede vivir, es permanentemente sobre un escenario" 
Y me inventé lo de la trans sin operar. No tenía cojones para ir por derecho. Te he llamado maricón y resulta que el maricón en el peor sentido de la palabra, era yo. Y por eso te pido perdón. 
Has provocado tal conmoción en mi, que he sido incapaz de tener sexo con Isabel. Quería matarte, pero me di cuenta que a quien tengo que matar es a ese Sebastián falso que no conozco. Mañana voy a pedir perdón a Isabel y a explicarme, como me he explicado contigo y como te pido perdón ahora.

- Tu también me has conmocionado - las lágrimas le resbalaban mansas por las mejillas, echó los pies fuera de la cama y se abrazó a Sebastián - lo que me pide el cuerpo es tener sexo contigo eternamente, estar contigo toda la vida, pero eso va a ser mañana, cuando tenga sexo con mi novio, no con el novio de una chica. Mañana si quieres te acompaño a sincerarte, a apoyarte, que lo que tengas que oír lo oiga yo, que tus lágrimas sean mis lágrimas y tu bochorno el mio. Yo también te amo y tengo que dar la cara contigo ante Isabel.

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