miércoles, 9 de abril de 2025

CONFIDENCIAS (II)

 

- ¿La abuela conocía este ático?
- No, Sebastián, no lo conocía. Como casi no me conocía a mi cuando me hice con él.
Alejandro introdujo una llave, giró y un cerrojo se abrió. Introdujo la segunda llave y repitió la operación. 
- Esperar aquí. Cuando ahora abra, tengo quince segundos para desalarmar. Si tardo más se nos cuela aquí la policía al completo. Esperarme aquí. Si el detector volumétrico lee más de una persona, bloquea la alarma y la hace sonar igualmente, así que quedarse aquí fuera hasta que yo meta la contraseña.
- Abuelo, ¿esto que es Fort Knox? o guardas aquí el tesoro de Ali Babá.
- No vengo mucho últimamente. He estado muy ocupado con tu abuela hasta..., el final. Cuando empezó a tener despistes, a desorientarse y un día me preguntó que hacía yo en su casa, decidí comprar esto y empezar a dar rienda suelta a mis inclinaciones más sucias y enraizadas.
- Pero este ático vale un pastón.
- Tú abuela había heredado de tu bisabuelo unos bonos del tesoro de EE.UU que había comprado cuando se juntaba con sus amigos y en lugar de irse de putas se iban al parqué a levantar rumores y ver cómo la gente se volvía loca vendiendo y comprando y arruinandose. Tu bisabuelo tenía un peculiar sentido del humor. En una de esas los bonos americanos se depreciaron tanto con la gran depresión que compró. Ellos cayeron en su propia trampa, creyeron un bulo de que la depresión era solo una jugada de los Morgan y lo que compraron fue solo basura. Pero, ahí quedaron y se olvidaron. Al cabo de los años aquello que en el 29 no valía nada se convirtió en una fortuna en los sesenta. Y aquí están los bonos. Ahora veréis. Pasar.
Cuando los chicos pasaron se encontraron con una habitación de unos doce metros cuadrados y con todas las paredes cubiertas de taquillas como si fuese un locker room. Únicamente en una esquina había una puerta, cerrada.
- ¿Que es ésto, daddy? la entrada de una sauna parece, pero ¿aquí, en un ático?
- Yo le llamo el Olimpo, la casa de los dioses del placer. Venga, desnudaros y pasar.
- ¿Hay que desnudarse, abuelo. Porqué?
- Porque me prometí cuando la compré que en este espacio no tendría cabida la mentira, bastante he disimulado y me he puesto de perfil. Aquí no puede haber disimulos y la forma más efectiva de hacerlo es estar desnudo. El cuerpo habla sin poder acallarlo. Desnudaros y colocar la ropa en cualquier taquilla.
- Que emocionante daddy. Y entonces, ¿cómo hay que comportarse? Porque seguramente en cuanto vea desnudo a tu nieto me voy a poner muy burro.
- Pues te pones, y te darás cuenta que no sólo viendo a tu novio. Te sorprenderá comprobar lo que la desnudez, de quien sea es capaz de hacer en tí. Pero tienes que tener en cuenta que tú cuerpo puede provocar en otros el deseo. Debes ser comprensivo y respetuoso. La única regla dentro es gozar. Venga, acabar de desnudaros, guardarlo todo, quedaros con la llave de la taquilla y entremos.

Una estancia luminosa, amplia en la que la vista solo se detenía en las paredes perimetrales. Efectivamente, no había ni un tabique. Únicamente se veían una especie de cubículos de paredes de cristal de suelo a techo. Había dos y en los ángulos del confín de la enorme habitación otras paredes de cristal de suelo a techo tras las que se veían las alcachofas de lluvia de las duchas. El resto, todo a la vista. Posados en las paredes de forma perfectamente ordenada cuatro tipos de tubos de colores rojo, azul, verde y amarillo, que correspondían a conducciones de agua caliente, fría, electricidad y gas. En el techo pintado de negro, las conducciones de aire acondicionado y aspersores contraincendio.
El suelo era todo de cemento bruñido cubierto aquí y allá de alfombras con tomas cada ciertos metros de red y eléctricas perfectamente aisladas por si existían derrames. Había sofás, sillones, puff y camas estratégicamente distribuidas. Al fondo se veía la cocina con algunos muebles y la campana extractora.
Los dos chicos se quedaron parados con la boca abierta observando aquel escenario, amasandose sus bolsas y pene como sobrecogidos por lo que veían.
- Esto es impresionante abuelo.
- Lo ideé yo y lo dirigí yo. Tuve que pelearme con el arquitecto que no entendía mi perra porque todo fuera diáfano. Y en lo único que transijí fue en hacer cabinas para los inodoros. Él las quería de cristal translúcido o listrado, pero fui inflexible, trasparente. Para mucha gente ver cagar a alguien es excitante. Y aunque os parezca mentira, hay a quien le da vergüenza masturbarse delante de alguien, cuando, en mi opinión ver a un tío masturbarse son imágenes estimulantes y preciosas, observar como se tensan los musculos de la barriga instantes antes de la eyaculación y se contrae la cara en una mueca que si no fuese porque sabes a que se debe podría parecer que barrunta un peligro inminente.
- Con razón los franceses le llaman la pequeña muerte.

Al decirlo, Mateo repasó con una mirada el cuerpo de Alejandro. Una incipiente barriga que empezaba justo debajo de los pectorales con unos grandes pezones perforados por sendos anillos y para su sorpresa una verga fláccida pero poderosa que ostentaba con orgullo un príncipe Alberto de oro. Mateo de la forma más natural echó mano al pene de Alejandro para comprobar con el tacto como era una perforación así. Había visto muchas en videos y foto, pero ninguna al natural. Al tomar la polla de Alejandro la acarició y la tomó en peso dejándola reposar en su palma.

- Mira Sebas, toca, lo que pesa. Y lo bonito que queda el anillo en el capullo.
- Mateo, es mi abuelo, no debería...
- ¿Temor al incesto?
- Incesto, ¡que emocionante! Ven Sebas, no seas tonto, pontela en la mano. Tironea del anillo, verás como crece el capullo. Mira ya está poniéndose dura. ¡Joder, que grande!
Mateo tomó la mano de Sebastián que sin oponer mucha resistencia acercó temeroso la mano hasta rozar el miembro de su abuelo. Empezó a sonrojarse y con la mano libre intentar taparse su evidente erección.
- ¿Lo ves, tonto? Es una polla como otra cualquiera. Disfruta. Tú cuerpo no miente, lo decía él mismo, mira cómo empalmas. Venga, vamos los dos a disfrutar de nuestro daddy particular.
- Que no, no puedo, Mateo. No sé que me pasa. Esto es difícil para mí. Creo que me voy a ir.

Alejandro se acercó a su nieto con una sonrisa comprensiva. Le estrechó en un abrazo como solían darse cada vez que se encontraban. En esos momentos Alejandro abrazaba a Sebastián estrechamente y le besaba en el cuello, ahora estaban desnudos, el abrazo era piel a piel y el beso del abuelo se transformó en mordisquitos y en un lamido intenso en el lóbulo de la oreja. Alejandro sintió como su nieto se estremecía y su verga le impactaba en su ingle. Alejandro pasó enseguida del abrazo estático a un abrazo caricia de cuerpo entero y su pierna se insinuó entre las de Sebastián. El chico no fue consciente de que habia empezado a gemir fruto del placer que le producía el roce de su cuerpo con el del abuelo. 
Una serie de mecanismos puestos en marcha desde la primera vez que Alejandro sostuvo en sus brazos a Sebastián recién nacido, tales como olores, calidez del cuerpo que acunaba al niño, timbre de voz que arrullaba en tono bajo, se mezclaron con la sensación sensual placentera del roce inexplicable de los pezones perforados del abuelo contra su pecho y la pierna del abuelo entre las suyas que imponía el que él abrirse las suyas para dejarse penetrar de alguna manera. Sebastián se dió cuenta que deseaba la penetración física de su abuelo y se asustó intentando el rechazo que en realidad no quería. 
Mateo, que se percató de lo que estaba pasando, del dilema de imposible solución al que se enfrentaba su novio, se acercó a la pareja y reclamó los labios de su Sebastián. Alejandro comprendió y entregó con suavidad a su nieto en brazos de su Mateo.

Mateo sabía a lo que se enfrentaba, esa misma cara de indecisión dolorosa fue la de su padre cuando él con trece años tanto insistió que consiguió que su padre accediese a trató carnal, máxime cuando descubrió que en lugar de su padre darle la vuelta a él que es lo que suponía que sucedería, su padre se volteó para que él le enculase. Y no era la primera vez que usaban la puerta trasera para entrarle, porque a pesar de su inexperiencia, comprendió que tal facilidad para follarse a su padre no podía ser la norma.
Iban al gimnasio juntos desde que Mateo cumplió los doce, que desarrolló de repente y se convirtió en un hombre largirucho y desgarbado. Si padre convino en que eso no podía ser y que tenía que muscular un poco.
Desde el primer día el padre de Mateo se dió perfecta cuenta de la hipnosis que producía en su hijo verle desnudo. Él procuraba ocultarle su sexo en las duchas y que no viese cómo se excitaba viéndole también desnudo. Hasta que un día, Mateo cayó en la cuenta de que su pene y el del padre eran un calco. Es más, tenían una vena gorda en el dorso que a mitad de fuste hacia una especie de "S" característica.

- Papá, a ver, me enseñas tu pito, me parece que las tenemos igualitas, hasta la vena gorda esa me ha parecido verte.

No hubo más dilación ni titubeó, Mateo se acercó en la ducha a su padre y le cogió el pene para compararlo con el suyo. Solo con ese gesto Mateo ya presentaba un empalme enorme al tomar el pene de su padre y en ese momento fue el pene del padre el que se levantó y adquirió la dureza del hueso. Mateo lo abarcó con su mano y retrajo el pellejo haciendo emerger el capullo.

- Mira, papá hasta esa mancha oscura cerca del agujero la tengo yo igual que tú.

Mateo, sin soltar el rabo tieso de su padre levantó la vista y la cruzó con la de su padre que era exactamente la misma expresión que la que tenía Sebastián cuando su abuelo le abrazó y empezó a mordisquearle la oreja. El mismo dilema, el deseo más inmisericorde y la negativa por inmoral a darle satisfacción. En su caso, duró poco, el tiempo de ir del gimnasio a casa en el coche y la inocente pregunta cargada de nitroglicerina que Mateo le hizo a su padre a bocajarro.

- Entonces, tus sesiones de acampada y supervivencia tan frecuentes con tío Alberto..., ¿tienen esa justificación?
- ¿Que justificación?
- Joder, papá, en semanas cumplo catorce. Creo que deberías tratarme como a un adulto. Me he empalmado como un burro cuando te he cogido la polla y tú lo mismo. Del tío Alberto, por muy boina verde que sea he oído desde que tengo uso de razón cosas inquietantes. Que sea el hermano pequeño de mamá no le impide ser gay. Que vosotros paséis tantos días solos en el monte me hace pensar. ¿Es o no así? Yo creo que antes en la ducha si me tiro a tu rabo y te hago una mamada habrías sido el tío más feliz del gimnasio. Tú, supongo, serás bisex, no te habrías casado si solo fueras gay como tío Alberto.
- Eres listo cabrón. El incesto no está bien, es un veneno que destruye la familia y la sociedad y yo...
- Esa es la teoría. Yo no veo ningún inconveniente en que nos demos placer. Tú me quieres, yo te quiero y vamos a gozar juntos. ¿A quien hacemos daño?

Con Sebastián en sus brazos y entre chocando sus sexos Mateo recordó aquel encuentro, primero de otros muchos, con su padre en el pinar al que de forma inopinada encaminó el coche su padre en el que para sorpresa suya después de mucho magreo y mamada mutua, su padre se dió la espalda para que su hijo le penetrara.

- Venga, chicos, vamos a sentarnos. Vamos a dejarnos de tragedias.
- Sebas, es el momento perfecto para que te cuente lo de mi padre. Alejandro, no es nada grave que tú y tu nieto, folleis. Además después de verte ese pedazo de polla tan bonita con su piercing estoy seguro que tú nieto disfrutaría mucho de que le follases. Yo llevo follando con mi padre desde los trece. Y muy satisfactorio.
- Pero, has dicho que eres activo.

Se sentaron los tres en uno de los sofás y Alejandro sacó unos refrescos y unas cervezas.

- Efectivamente soy top..., y mi padre en la cama es una deliciosa señorita. Le encanta gemir mientras le folló duro. Es que me lo pide, no soporta caricias o melancolía, le gusta que la follada se parezca lo más posible a una violación. Lleva, desde que le dije que salía con Sebastián, dándome la vara para que entre los dos le usemos como su putita. Y eso es un problema porque tú nieto es tan putita follando como mi padre. Podríamos montarnoslo los cuatro en plan orgía, ¿no, Alejandro?

De pronto Mateo dejó de hablar y con la mirada de un sabueso, inquisitiva, inteligente fue paseando la vista por todo el entorno.

- Tengo la sensación de haber estado ya aquí o de conocer, no sé cómo éste lugar.

Alejandro empezó a sonreír mirando a Mateo, mientras Sebastián miraba a su novio interrogando, casi exigiéndole, sin palabras que se explicará.

- Es que de repente está organización del mobiliario, esos tabiques de cristal para el tigre, el suelo de cemento con el sumidero en el centro, yo ya lo había visto..., ¡Ya está!
"Sucia Adolescencia" o si se prefiere "Dirty Adolescence" que yo la vi en inglés que se la mandaron a mi padre de Florida, un compañero suyo de carrera.
- Le espiabas a tu padre su ordenador. ¡Que cabronazo eres Mateo!
- ¡Que va! Una vez que vio mi desempeño en la cama me dijo que estaba en disposición de verla con él. Y eso que los últimos diez minutos me dijo que no estaba aún preparado para verla.
- ¿Y eso?
- Me dijo que el título se quedaba corto. Era algo más que sucio.
- ¿Pero has visto el final en algún momento?, como lo del chaval con collar y humillador que circula por entre las sillas, metiéndose por debajo.
- ¡Tú sabes cuál es el final! ¿La has visto? Porque en ningún momento yo he hablado del perro que circula entre las sillas.
- No solo la he visto. Soy el autor del guión. Y la tengo aquí mismo. Ésta casa es un calco de la de la película que se rodó en California, Palms Springs. El director me sugirió que aunque todos fuesen desnudos no se viesen genitales hasta mediada la película. Por eso los diálogos son tan importantes y la escena de la cena en la que se sugiere que el que sirve eyacula o escupe en los platos o en la que el somelier orina en el decantador es tan excitante. No importa tanto ya lo que se ve, sino lo que cada uno cree y le excitaría más hacer. ¿Te sorprendió que las sillas no tuvieran asiento para que el culo con su ano quedarán a disposición del perro que circulaba?
- Y los huevos colgando, que casi todos tenían algún tipo de piercing. Cuando el perro empezó a lamer los de uno que los tenía gordos y colgones y se vio que el ano empezaba a abrirse, mi padre me lo quitó. Creo que fue peor. La imaginación es muy puta.
- ¿Que imaginaste?
- ¡Ay! Mateo, no digas lo que imaginaste, que con que lo imagine yo es suficiente.
- Pero, cariño, Sebastián, no quieres saberlo ni verlo, pero tú cuerpo no miente ni siente vergüenza de sus deseos. La polla se te a puesto enorme y de capullo brillante destilando precum. Imaginas que el de la silla al que el perro está lamiendo empieza a cagar y tienes miedo de lo que deseas, que ese chico que hace de perro con el humillador puesto, se dedique a lamer e incluso quien sabe si a comer lo que él comensal empieza a cagar. ¿De verdad no quieres ver las imágenes?
- Yo sí, por favor, daddy, por favor, me estoy poniendo malo, quiero saber qué hacen todos cuando el muchacho ese, que qué joven es, ¿no? Empieza a comer mierda.
- El perro, bueno, el chico que hace de perro, nos costó encontrarlo. Menor era inaceptable, y al casting se presentaron unos cuantos con ganas de quedarse el papel. Pero el que se lo quedó era un canadiense, que no habla en toda la cinta, y que de primeras el director le mandó a la guardería. No aparentaba más de once años, aunque era altito y delgadísimo y cuando sacó su carnet de la seguridad social y vimos que tenía veintiuno, ahí paramos el casting. Nos lo llevamos para adentro, le dimos el guión, se lo leyó hasta el final y no hizo ni un aspaviento. Yo le pregunté que qué le parecían los minutos finales. Me miró con esos ojos azules que tiene, como de venir de vuelta de todo y me dijo: "Cuando uno lleva tres días sin comer, comer mierda es un banquete" nos dejó a todos boquiabiertos. Yo no sé, porque nunca lo dijo, cuando se inició en el sexo, pero le pasamos por el senegalés y éste nos dijo que era inexplicable con ese cuerpo.
- ¿Pasar por el senegalés?
- Si. La productora tenía un chico senegalés exclusivamente para testar anos. El chico era simpático, siempre sonriente y siempre dispuesto a meter sus once pulgadas donde hiciera falta. Cuando vio al canadiense, Liam se llamaba, nos miró con cara de decir: "tío, joder, lo voy a matar" cuando Babacar se la sacó le dije que lo sentía pero teníamos que saber si podría dar ese perfil. Por toda respuesta se bajó el pantalón, iba sin undies, se acercó a Babacar y se la encalomó sin problemas, además hasta la bola. Estaba tan delgado que la polla del senegalés le resaltaba por la barriga.

- ¿Os parece bien?
- A mi me ha parecido estupendo Liam. Siempre tengo algún problema cuando me la ven. ¿Por la boca también te la tragas toda?

- Nos dejó de una pieza. Se la sacó del culo, se dió la vuelta, se agachó y aún no me explico como ese grosor pudo tragárselo. Cuando se la sacó tuvo una arcada que él cohibió con facilidad. Se secó las lágrimas que le habían provocado la nausea y nos preguntó si había pasado el corte. Le contratamos de inmediato.
- Y otra cosa, abuelo. Cambiando el tema que me tenéis nervioso. ¿Que es eso de un humillador, un tío que te persigue insultándote?
- Ja, ja, ja, Sebas, ¿de verdad que no sabes lo que es? Mi padre insiste en que se lo ponga siempre cuando le folló. Pero que te lo explique tú abuelo.
- Es un aparato de tortura, nieto. Tortura relativa, es una pieza doble, suele ser de madera que aprisiona el escroto entre las dos piezas dejando los testículos por fuera, por detrás y con un tope en los muslos que obliga a estar de rodillas para poder ponérselo. Deja expuesto perfectamente el ano, ya sea para besarlo o chuparlo o penetrarlo. ¿Quieres probarlo, Sebastián? Se puede apretar más o menos para sentir más o menos dolor cuando intentas estirarte. Hay quien goza con ese dolor, porque cuando te están follando y te halan del pelo para que arquees la espalda el dolor en los testículos se acentúa y en los bien iniciados provoca un orgasmo intenso que puede coincidir con el del que te folla porque es en ese momento es cuando con mayor intensidad prova el dolor. ¿Lo probamos?
- Venga, Sebas, que te lo ponga tú abuelo, te follo y comprobamos si es cierto eso que ya dicho.
- Yo, si me lo pone él, prefiero que me folle él.
- ¿Tú abuelo?
- No te follas tú a tu padre. ¡Joder! Quiero a mi abuelo y quiero saber qué siento cuando esté dentro de mi. Y eso del incesto, en este momento, me trae sin cuidado. Así, desnudos todos, es como si en la taquilla fuera, se hubiese quedado fuera también el mundo y sus convenciones. ¿Que de malo puede tener que mi abuelo pase un nivel más y en lugar de besarme la mejilla, me bese los labios? Si. Me encantaría que me follase. Y que tú lo grabases. Creo que aquí, en este mundo que mi abuelo ha creado, soy feliz. Lo deseo.

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