domingo, 14 de julio de 2024

INCESTUOSO

 

- Debes ir a ver a tu abuelo.
- Se está muriendo, mamá. ¿Que coño pinto yo allí? Ni me reconocerá.
- Siempre te quiso mucho. Cuando eras un bebé nada más, se quedaba contigo, cuando yo me tenía que ir a trabajar. Luego ya de más mayorcito te llevaba a la playa, y se bañaba contigo. Y eso que ya era mayor, pero tú te divertías mucho con él. ¡Cuantas veces fue a recogerte al gimnasio donde dabas clases de yudo y al salir te invitaba siempre a lo que tú querías.
- ¡Mamá! Yo no tengo ganas de ir ahora al hospital a ver a un moribundo.
- Ten más respeto, es tu abuelo. Acuérdate cuando te defendió de aquellos gamberros y a él le costó quince puntos en la cabeza, y tenía setenta años.
- Y yo nueve. Ya me acuerdo. Menudo palo le metieron en la cabeza y menos mal que llegó más gente que metió baza, porque vino una policía local y dijo que eran cosas de chiquillos que no tenía más importancia, pero el abuelo sangraba como un cochino y los chicos aquellos salieron a escape.

Javier se acordaba perfectamente del incidente. Eran los mayores de trece o catorce años. No se explicaba porqué querían pegarle si él nunca se había negado a chuparles el rabo, incluso tragándose la leche, que al principio le daba asco. Cuando se los encontraron en el parque al primer ¡Maricón! que le insultaron, el abuelo Jerónimo de una bofetada rápida tumbó al primero, pero eran jóvenes, fuertes y rápidos y uno de ellos con un palo que llevaba le abrió la cabeza. 
Javier no entendía el porqué de tanta  agresividad. Se la chupaba detrás de los setos del campo de voley casi a diario, tanto, que ya no hacía ni falta que le llevasen de la oreja como las primeras veces, iba él y se ponía de rodillas a esperar que llegasen, y eso le excitaba, se acordaba perfectamente, pero le avergonzaba que le gustase la espera. Todos, los cinco se le corrían en la boca y a veces le daban cachetadas mientras chupaba. A Javier, no sabía porqué eso también le excitaba. Una de las veces el Rodri se la metió tan dentro que empezó a vomitar babas y a la vez un calambre le estalló en la punta de su polla con tal placer que él mismo quiso que el rabo del Rodri volviese a provocarle esa nausea. "Esa baba que echa el niño es muy buena para no despellejarte el capullo cuando follas culo" el Dani siempre lo decía mientras le follaba la boca, que un día habría que probar el culo del maricón y Javier no entendía a que podría referirse. Por la boca la polla entraba bien, pero por el culo ¿Cómo? por ahí no podía entrar nada. Salir si, que menudos zurullos le salían todos los días, pero dudaba que pudiera entrar nada, pero le intrigaba.

- Está bien mamá, iré esta tarde a ver al abuelo Jerónimo.

El abuelo Jerónimo, cuando después de los puntos en la cabeza una vez recuperado el sentido de los acontecimientos y en la sala de espera aguardando que viniera la madre de Javier a recogerlos preguntó a su nieto.

- Y bueno, Javier, hijo, ¿Porqué esos gamberros te han llamado maricón, así, sin ton ni son, es que les has dado motivos o es que te han tomado manía?

Javier hundió la barbilla en el pecho y empezó a llorar. El abuelo le abrazó inmediatamente y le consoló.

- Ea, ya está, se acabó de eso no se vuelve a hablar. Va a ser un secreto entre tú y yo. Cuando venga tu madre solo va a ser que esos chicos quisieron meterse contigo, que ni les conoces, yo te defendí y el palo. Nada más. Ven conmigo, vamos a esperar a tu madre fuera, nadie tiene porqué enterarse de nada que hay ahí una mujer que tiene la oreja puesta y no me da la gana.

Caía ya la tarde, el ambiente estaba algo cargado pero la temperatura daba cuartelillo. Empezaron a pasear lentamente, arriba y abajo por la acera.

- Me va a dar igual si lo eres o no. Me va a dar igual lo que te hayan pillado haciendo esos salvajes o no, y me va a dar igual si te encantaba hacerles lo que fuera o lo que te hicieran. Si haciéndolo has disfrutado, enhorabuena, pero si ha sido una tortura para tí lo que te han hecho u obligado a hacer, se las van a tener que ver conmigo y ésta vez me van a pillar preparado.
- Abuelo, y dicen que me van a meter la picha en el culo, ¿A qué eso es imposible? en la boca vale, cabe bien, aunque si llega muy profundo da arcadas y luego eso que les sale al final, aunque ya me he acostumbrado, pero por detrás.. , además tiene que doler muchísimo. ¿A mí también me va a salir eso? Eh abuelo. ¿A tí te sale?
- Si, Javier si, me sale, y doler por detrás, duele, mucho. Muchísimo.

En una habitación acogedoramente impersonal, Jerónimo permanecía medio sedado entre sábanas impolutas con la sinfonía de fondo de los aparatos que medio bien le mantenían, si no vivo, vigilado.

- Está inconsciente, ¿No?
- No hijo. ¿Quien es, tu abuelo?

Javier estaba impresionado. Allí estaba su abuelo Jerónimo, en la cama ortopédica de hospital, inmovil, nariz afilada, boca entreabierta, respirar trabajoso y ojos hundidos en sus cuencas y cerrados. La impresión era de ser un cadáver a no ser por el rítmico movimiento del tórax subiendo y bajando de forma casi imperceptible. A duras penas Javier reconocía en aquella momia al abuelo que durante los veranos le cogía en brazos arropado por una toalla cuando salía del agua, fuera piscina o el mar. La sensación de confort y seguridad que le daba. Aún con cinco años mamar de sus enormes pezones a pesar de no sacar absolutamente nada. Su madre hacía meses que le había negado la teta "eres ya muy mayor, Javi, ¿no te da vergüenza buscarme la teta? Y cuando el abuelo Jerónimo le acurrucaba en su regazo estando de bañador no le negaba el pezón al que previamente habia quitado el piercing. Chupaba y chupaba hasta quedarse dormido, y en sueños, a veces, mordía el botón carnoso y el abuelo lejos de alejarlo, apretaba los dientes de dolor y acercaba aún más al niño a su pecho. Se preguntó Javier si seguiría teniendo los pezones tan desarrollados y si por estar en el hospital le habrían quitado los anillos.

- Abuelo. Usted cree que me oye.
- Seguro que si. Lo que ocurre es que está muy débil y no tiene fuerzas casi para nada. Pero acércate y cogele la mano, verás como te la aprieta. Yo me tengo que ir, voy a seguir mi ronda. Tú quédate con él, seguro que se alegra.

Nada más salir la enfermera el monótono pitido del electrocardiograma se aceleró un poco. Javier se acercó a la cama de su abuelo casi de forma reverencial, temiendo importunarle o hacer algo fuera de lugar. Cuando estuvo al borde de la cama el pitido del monitor se volvió a acelerar. Javier le tomó la mano como le había indicado la enfermera y Jerónimo respondió apretándosela. Pasaron unos momentos en los que Javier no sabía que hacer, si desembarazarse del apretón o apretar a su vez él. Y en esas estaba cuando su abuelo abrió un ojo y susurró algo.

- ¿Que dices, abuelo?
- ¡Que si estamos solos!
- Si, si. Nos ha dejado la enfermera solos.
- A ver. Deja que te vea bien. ¡Joder que guapo estás, y que cuerpazo tienes! En pelotas tienes que estar de revista.
- Abuelo. Me ha dicho mi madre que estás en las últimas.
- Con la edad que tengo no sería de extrañar. Me hago el medio muerto para que me dejen en paz, pero no te creas. Una prueba de que no estoy mal es que aún empalmo por las mañanas.
- ¿Te han quitado los piercings de los pezones?

Jerónimo no respondió se quedó mirando fijamente a su nieto y esbozó una sonrisa malévola, luego se quitó la sabana que le cubría y dejó al descubierto todo su cuerpo. Efectivamente en cada pezón, aún más grandes de los que recordaba Javier había dos; una barra que perforaba la base del pezón y un anillo que lo hacía justo en la punta. Eran de acero negro, salvo el del pezón izquierdo el anillo que era de oro. Eran gruesos y eso llamaba la atención al punto de apetecer tocarlos.

- ¿Te acuerdas cuando salías de la piscina y me los mamabas..., y mordías que a veces se me saltaban las lagrimas.
- Aún recuerdo la sensación tan placentera de tener ese trozo de carne en la boca, duro pero elástico y la emoción que me provocaba morderlo. Recuerdo eso como la cosa más gratificante que he tenido hasta ahora en la vida.
- Lo que tú no sabes es que cuando me mordías tan fuerte yo me corría de gusto por el dolor. Te apretaba contra mi pecho para que no dejases de morder y que el orgasmo fuera prolongado.
- O sea, que me llevabas a bañar para que yo..., ¡joder! que pedazo de degenerado estabas hecho.
- Estaba, no, estoy hecho. ¿Puedes hacerme un favor, Javier?
- Claro, claro.
- Yo con el gotero no puedo. ¿Quieres hacer el favor de quitarme el calzoncillo? Está conversación contigo debo tenerla completamente desnudo. No te sorprendas, solo rememorar lo que hemos hablado me ha puesto mi pobre rabo de piedra.

Javier, como si la sabana diera calambre, con mucho cuidado la retiró del cuerpo del abuelo. Tenía el bajo vientre delgado pero ajado por la edad. El calzoncillo de algodón le quedaba algo grande. El tiempo en el hospital y la mala comida le habría hecho adelgazar, pero el bulto era bien evidente. Sin querer tocar a su abuelo más de lo necesario Javier tiró hacia abajo de la cinturilla elástica y saltó hacia adelante un soberbio pene, operado, capullo orgulloso y grande, según le pareció a Javier, para lo que él estaba acostumbrado. Tendría unos dieciocho centímetros y grueso. Destilaba líquido trasparente por un considerablemente grande agujero del que salía una anilla brillante y gruesa y entraba desde la parte izquierda del frenillo. A Javier la estampa le hipnotizó, no podía quitar la vista de semejante verga anillada. El escroto que albergaba los huevos estaba distendido, caía entre los muslos de Jerónimo, cubierto de escasas canas con una piel que se antojaba muy lisa y suave, con los testículos dentro muy grandes. Javier deseó poder perder el tiempo haciéndolos deslizar entre sus dedos, pero se reprimió. Sin concurso alguno de la voluntad comenzó a jadear, algo a lo que no fue ajeno su abuelo.

- ¿Tú también te has empalmado, nieto, no te hacías idea de que mi entrepierna pudiera guardar este tesoro? A ver, acércate bien que yo pueda apreciar esa dureza. Lo estás deseando, lo aprecio en tu respiración agitada.
- Abuelo, pero..., pero es que..., no se, me parece...
- Estás empalmado o no. Que pasa, que es incesto, ¿es eso? Lo más excitante. Pero tú ya has tenido incesto conmigo, tú no lo sabías, de acuerdo, pero yo he gozado sexualmente de tu boquita. Y anda que no me corrí veces. Venga, acércate, no te voy a morder y ya verás como no se hunde el mundo.

Javier estaba atornillado al suelo, incapacitado para acercarse a la cama, donde su abuelo quería apreciar la dureza de su deseo. Recordaba, si, aquella sensación de frío al salir del agua y como su madre le decía que diese cuatro carreras para calentarse, pero el prefería refugiarse en los brazos del abuelo y saborear la dulzura y suavidad de sus pezones, la elasticidad entre los dientes y aquella tirantez que ocurría al tiempo entre sus piernas y que tanto le gustaba. Ahora sabía que no sólo su abuelo era incestuoso, él también lo era. Provocaba la tiritona quedándose quieto en el agua para poder fundirse con el abuelo y sus pezones. Ahora que estaba accediendo a tantas claves de su vida comprendió que con aquellos cinco años habría deseado no sólo chuparle los pezones al abuelo, habría dado cualquier cosa por atragantarse con aquel piercing del capullo. Deseaba tocarlo en ese momento, acercarse, olerlo, chuparlo y provocar una eyaculación que le impactase en la garganta. Le había costado acostumbrarse al sabor extraño del semen, pero ahora no sabría vivir sin el. Como por arte de magia, sin proponérselo se despegó del suelo y dió un corto paso hacia la cama. El abuelo Jerónimo sonrió satisfecho y comenzó a hurgar en la bragueta del nieto.

- Así me gusta, Javier, a ver, a ver. Uff, buen tamaño y durito, durito..., y los huevos, bien apretaditos. A ver, abre un poco las piernas que pueda llegar a tu ojal. ¿Has cagado hoy, y luego has usado toallitas húmedas o me vas a dar la satisfacción de oler tu culo con restos de mierda? ¡Ah! pues si, al fin te taladraron. Todavía recuerdo tu inocencia preguntando si por el culo duele. Te contesté que muchísimo y no se te ocurrió preguntarme que cómo lo sabía. ¿Te follaron aquellos energúmenos que me apalearon la cabeza o fueron otros?

Javier disfrutaba de la destreza de los dedos de su abuelo manipulando su ano y los huevos. A través de la bragueta era difícil hacerlo, pero el abuelo tenía dedos de cirujano, largos y delgados, a pesar de lo cual, Javier, para facilitar la labor que tanto placer le estaba proporcionando se desabrochó el pantalón y entonces si, el abuelo pudo acceder al ano de su nieto sin dificultad. Sacó la mano, se la llevó a la nariz, aspiró el aroma de su nieto y luego se metió la mano en la boca para ensalivarla, luego con soltura volvió a meter la mano en su nieto insinuando en su ojal un dedo primero, luego otro y otro lo que le hizo gemir.

- Más, más abuelo, por favor, más, me voy a correr.
- No. Correrte sería acabar con la magia y eso si que no. Abróchate, recompón tu figura y cuenta. Quién te desabrochó ese ojal que ahora está tan prácticable, ¿aquellos zagalones? Cuéntamelo. Tienen que estar a punto de entrar para darme la medicación, cúbreme con la sábana, ya tendremos tiempo de seguir con nuestros incestuosos manejos. No me voy a morir sin comerte ese sucio culo tan abierto ni sin hacerte vomitar con mi príncipe Alberto.
- No, aquellos asquerosos no. Por cierto, me los encontré en un bar BDSM años después. Quisieron disculparse, los mandé al carajo.
- Bien hecho, chaval. Entonces, ¿quien?
- El profesor de gimnasia. Tenía yo trece años y la verdad nunca se me dió bien eso de los aparatos. Para salvar aquel curso tenía que subir la cuerda sin nudos. No podía o no sabía o no ponía interés. El caso es que el profe me dijo que o subía la cuerda o repetía y se ofreció a ayudarme a hacerlo fuera de clase. Quedamos en el gimnasio a las seis de la tarde todos los días lectivos. A esas horas en el colegio solo había seminarios, música, talleres de escritura, total, todo alejado del gimnasio que se encontraba fuera del edificio principal.

- ¡Don Jerónimo! Vamos, abra los ojos, su medicación antes de la cena. Luego podrá seguir charlando con su nieto. Es que se hace el dormido, ¿sabes? para no tomarse lo que le ha puesto el médico para que descanse. Mira lo dejo aquí, comprueba que se la toma..., tu nombre dijiste...
- Javier, pero no he abierto la boca.
- Era solo una convención Javier, que se tome las pastillas. Hasta luego Don Jerónimo.

La auxiliar salió de la habitación dando un portazo como solía.

- Prefiero cuando viene el auxiliar a darme la medicación. Le digo que me arregle un poco la cama y a veces puedo rozarle el paquete. El se da cuenta y me dice: "que sinvergüenza está usted hecho" yo sonrió y le digo que estoy en las últimas y no se a que se refiere. Yo creo que le gusta. Por lo menos le halaga y yo disfruto sintiendo e imaginando un rabo enorme para mí consuelo. ¡Ah! y las pastillas esas para dejarme tonto, ni hablar. Deshazte de ellas. Nunca me las tomo, son todos unos cabrones. Venga, sigue con lo del profe de gimnasia. Y acércate que pueda rozarte el nabo.

Javier se estaba dando cuenta que lo que estaba sucediendo en aquella habitación le producía una sensación de bienestar y de lujuria que no conocía hasta ese momento. Deseaba acercarse y que la mano enjuta y temblorosa de su abuelo le rozase en un acto de deseo imposible, de ruptura de tabú que le permitiese gozar de su abuelo, también, de esa manera. Estaba enfocado en la desbordante juventud y descaro del que derrochaba energía sodomizandole sin piedad de la forma más violenta, pero acababa de encontrar una extraña forma de placer y deseo en ser objeto en manos de la fragilidad de la vejez que sin duda, intuía iba a ser un viaje extremo a lo más peligroso de la fantasía humana.
Se acercó, temblando de pasión, deseando que su abuelo le destrozase el pantalón y se hiciese dueño de su sexo y de su ano.
El abuelo, rozó suavemente el bulto palpitante de Javier una y otra vez sintiendo con delectación como el crío temblaba de deseo. Sabía que quería que rebuscase en las entretelas su carne pero también sabía que el deseo de placer y consumación es más, mucho más que la consumación misma que es un instante y muere.

- Y qué, ¿Como te entró ese chulazo antes de entrarte en el cuerpo?

- Yo estaba en la puerta del pabellón esperando, vestido con un pantalón corto de gimnasia, la camiseta del colegio y el chándal del colegio también. Llegó Matías. Es el nombre de mi desvirgador, muy sonriente y sin más abrió la puerta. Entramos y me dijo: "venga, ponte cómodo, no pretenderás aprender a trepar cuerda con el chándal" y al tiempo él se sacó el suyo, uno de lycra, parecía por lo ajustado y que le marcaban su definición. Pero sin chándal la cosa fue diferente. Un pantalón ese si, de lycra, negro, supercorto, que le entraba por la raja del culo, parecía un leggins de los que usan las chicas para marcar coño y culo. Era su segunda piel. Y una camiseta de asas multicolor que si te fijabas podía ser un arco iris desdibujado, también de lycra. Le marcaba exactamente, pectorales, serratos, rectos abdominales y oblicuo mayor. De haber sido de color carne habría engañado de ir desnudo.
- Más claro, el caldo de un asilo, Javier. Toda una declaración de intenciones. Y de bulto ¿que tal andaba?
- No podía apartar la mirada, abuelo. Le marcaba hasta el capullo porque me pareció hasta que iba medio empalmado. El se dió cuenta que miraba muy fijamente el bulto y no dijo nada, únicamente hizo como intención de colocarse el paquete sin ningún disimulo y lo que consiguió fue que pareciera aún más grande. E inmediatamente se fue a la cuerda y quiso enseñarme como era la técnica. Con una facilidad apabullante dio un salto agarró la cuerda con las manos y entrelazó con los pies la cuerda y empezó a ascender. En un momento llegó a lo más alto y llamó mi atención para que viese cómo bajaba, sujetándose solo con las manos y las piernas estiradas en ángulo recto. Bajó hasta quedar sentado en el suelo con la piel brillante del primer sudor y muy sonriente. Me dijo: "Ahora tú. Acuérdate de como he hecho yo, verás como puedes"
Sin muchas convicción agarré la cuerda, pero Matías me sujetó por las caderas y me elevó como medio metro, "tienes que dar un salto para poder hacer la presa con los pies y empezar a subir". Con las manazas que tenía cogiendome por las caderas sus dedos llegaban a rozarme la polla, y me empezó a crecer. No me soltó, cada vez más lo que era un roce se convirtió en tacto franco. Era imposible que no se diera cuenta. Pasaron unos segundos eternos hasta que me dijo: "sujétate bien con las manos que te colocó la cuerda entre los pies para que aprendas". Y aprendí. Le cogí el tranquillo y con más, menos dificultad, subí, pero a mitad de cuerda hice como que no podía y me solté. Me recogió él y me soltó enseguida. Y me dijo que volviera a intentarlo, pero está vez en lugar de cogerme por las caderas puso una mano en el culo y otra por delante abarcandome toda la polla. Y me corrí, y él se dió cuenta, me soltó le miré a los ojos, luego a su paquete que estaba a reventar y me dijo: "venga, vamos a dejarlo. El lunes a la misma hora nos vemos aquí" en todo momento evitando mirarme a los ojos. Cuando estaba saliendo del gimnasio me llamó, "Javier, estoy casado, mi mujer embarazada, casi para parir. Esto se me hace difícil, no me lo pongas tú más aún. Hasta el lunes"
- Me has puesto muy cachondo, nieto. Tú haciendo perder la cabeza a un recién casado. Eres un matahombres, mírame la polla, no me digas que no se te apetece, dame ese gusto.

Jerónimo tenía la polla tan tiesa que parecía mentira que el peso del anillo del capullo no la venciese. El anillo estaba brillante del precum que destilaba.

- ¿No te apetece probar mi esencia? Te aviso, siempre he sido muy lechero y si te atreves no creo que seas capaz de tragarla toda.
- Desde que te he visto el piercing he deseado saber cómo es que se estrellé contra mi garganta. No me la voy a sacar de la boca hasta que no me tragué hasta la última gota.
- Mientras me mamas, mi mariconcito, explorame el ojal, quiero que palpes el coño que tengo. ¿Aún no has practicado fisting?
- Me atrae mucho cuando lo veo en las pelis, pero soy joven y no me apetece que se me vaya cayendo la mierda mientras camino.
- ¡Que va! Al contrario, cuesta cagar. Además al ejercitar esos músculos dominas a voluntad abrir o cerrar el ano. El placer del fisting es otro nivel, no hace ni falta estar empalmado para disfrutar.

Javier metió la mano entre los muslos caídos del viejo, su abuelo, que abrió un poco las piernas para facilitarle la operación y apoyándose todo lo que sus fuerzas le permitían en los talones, levantó un poco el culo. Javier pudo meter la mano y asombrarse del tamaño. No parecía un ano, era como una boca grande en el culo, desdentada, de labios carnosos. Intentó meter un par de dedos pero le cabía la mano. En ese momento sintió la urgencia de meterse toda la polla de su abuelo en la boca. Fue muy rápido. Javier pensó que es que estaría muy falto, pero ni treinta segundos después de metersela en la boca, sin tiempo casi de sentir una nausea se le empezó a llenar la boca de un fluido que el conocía en su boca a la perfección desde los nueve años. Salía bastante y el abuelo no paraba de gemir y Javier de tragar. Cuando terminó de eyacular Javier aún se entretuvo jugueteando con el anillo utilizando la lengua y finalmente, con la polla del abuelo ya muy detumescente, la edad no ayuda a mantener erecciones, Javier se acercó a la cabecera de la cama y selló la nueva relación con su abuelo con un beso en la boca utilizando la lengua como juguete que disfruta de la otra lengua.

- En realidad, supongo que ya conocías el sabor de tú lefa pero he querido que al compartirla contigo se selle una relación íntima y viciosa que deseo que no se acabe aquí. Me tengo que ir ya. Ni se te ocurra morirte, me tienes que comer el culo y trabajarlo hasta tenerlo como el tuyo.
- Y tú me tienes aún que contar con pelos y señales como fue la follada de Matías. Bueno y otras muchas que espero puedas relatarme. Te avisaré con el alta. Tienes que conocer mi casa nueva.

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