El hostal estaba a las afueras. En su momento era de carretera hasta que la ciudad lo fagocitó. Fue tiempo suficiente de coche para que Sebastián se tranquilizarse y para que Isabel, con ese sexto sentido que tienen todas las mujeres supiese que tenía que dejarle que ordenase sus ideas, porque si de algo estaba convencida es que el día que ella pasó con la abuela a su novio le pasó por encima una apisonadora y lo desbarató. Si quería enterarse de todo tendría que ser muy prudente.
Entraban en el hostal y Sebastián le puso a Isabel la mano abierta en el culo y la deslizó a la entrepierna.
- ¡Para, calentorro! En nada estamos en la habitación y ya tengo ganas de tenerte dentro, bien duro y caliente. Ya estoy empapada - confesó en voz baja.
- Te la voy a tener metida toda la noche - le susurraba al oído mientras empujaba la puerta del hostal. Se acercaron a la recepción, un pequeño mostrador en el que un treintañero vestido informalmente les esperaba con una amplia sonrisa - tengo una reserva - y ya el recepcionista tenia la llave en la mano.
- Con un carnet tengo suficiente. Aquí esta la llave, la 102, como siempre ¿no? - y mantuvo una mirada intensa en los ojos de Sebastián, que tras un momento de indecisión sacó su carnet y lo depositó sobre el mostrador.
Sebastián estaba otra vez muy excitado y nada mas abrir la puerta de la 102 la abrazó haciéndola sentir su dureza. Como si les quedasen solo minutos antes de que el destino les separase, de forma torpe se desnudaban el uno al otro sin dejar de besarse y comerse y en ese momento, la memoria le puso la zancadilla a Sebastián y sin poder remediarlo se vio el día anterior desnudandose con desesperación junto a Mario sin querer dejarse de besar. Le atenazó el panico otra vez y su explosiva erección se transformó en temida detumescencia sin que fuera capaz de remediarlo. Se separó de Isabel como para desvestirse antes y poder recuperar su dureza. Al quitarse los calzoncillos pudo comprobar que no tenía más que un colgante de carne flaccida.
- Voy a orinar - estaba de espaldas a Isabel, para escamotearle el gatillazo y cuanto mas interés ponía en recuperarse mas a merced de los acontecimientos se sentía. La sensación de terror panico le hizo marearse; estaba hiperventilando. Y entró en el baño.
- Orina en la ducha, chico, en el vater, con ese empalme no vas a atinar ni con una gota.
Sebastián se sentó en la taza del vater y comenzó a llorar. No podía, el pene cada vez era mas pequeño y la imagen de Mario, aguantando sin rechistar sus embestidas lúbricas, se agigantaba. Iba a confesarselo a Isabel y en ese momento ella le llamó.
- Cariño, estoy en la cama como a ti te gusta, desnuda, en penumbra.
Fue una décima de segundo; empezar a besarla y hacersele presente la cabeza excesivamente girada de Mario con sus ojos implorantes de beso miéntras él se corría dentro de su cuerpo, que su verga desfalleció, incluso perdió la turgencia necesaria para mantenerse dentro. Isabel al sentirse vacía echó mano al sexo de Sebastián para ayudar a la inmediata penetración y tocó los genitales de un niño.
- ¿Que te pasa, cariño?
- No se - Sebastián se hizo a un lado mirando al techo.
Pasaban los segundos y los minutos con Isabel aplicada a restablecer las fuerzas de su novio y en los oidos de él resonaba la frase con su capullo rozando los labios de Mario: "Te doy mi culo si tu me das tus labios" La frase martilleaba una y otra vez pero en su verga estaban los labios equivocados. Al cabo de unos interminables y humillantes minutos Isabel lo dio por perdido.
- ¿Quien es ella? - la dureza de la voz de su novia amenazaba tempestad. Sabía como era Isabel cuando perdía los estribos y lo ultimo que quería, además, era un escandalo.
- Me encuentro mal cariño. De verdad que no hay ninguna otra - y no mentía, había un otro, y él lo sabia, Mario se le había metido en su corazón - creo además que estoy destemplado. Prefiero que nos vayamos.
Isabel, supo en ese momento que no sacaría agua de ese pozo y comenzó una retirada estrategica, pero el fuego de celos que la consumia no se iba a sofocar tan facilmente.
- Vamos cariño. Vamos a vestirnos, me llevas a casa, vas a tu residencia, te tomas algo y mañana hablamos con calma - se acercó a su cara y le dio un medido beso en la mejilla.
Mientras conducía de vuelta a la residencia iba aumentando su rabia y su culpa a la par. Iba a hostiar a ese mariconazo por haberle arruinado la vida. Y a medida que se acercaba a su destino las lágrimas se le agolpaban impidiéndole casi ver la calle. Aparcó y salió del coche deshecho.
Sebastián se quedó de pie mirando a Mario mientras lloraba sin poderse contener, en silencio. Acercó una silla y se sentó y entonces sin ninguna violencia despertó a su compañero de cuarto.
- Mario - pronunció su nombre varias veces como con sordina, no quería ni asustarle, ni molestarle, pero era imperativo sincerarse con él. Al tiempo con mucho cuidado le movía el cuerpo sujetandolo por el hombro. Finalmente Mario despertó.
- ¿Son las siete? joder me he quedado dormido - al tiempo que se destapaba a Sebastián no se le escapó que su amigo tenía una erección monumental.
- No Mario, es la una y tenemos que hablar
- Hostia, Sebastián ¿no puedes esperar a mañana? tengo sueño - y al tiempo enterraba la cabeza en la almohada y volvía a arroparse.
- Va a tener que ser ahora, Mario - y al tiempo deslizó su mano por debajo de la sabana y le acarició la entrepierna, apreciando la dureza de su sexo, y eso, si desperezó a Mario.
- ¿Que haces, loco? - y al tiempo de un salto se sentó en la cama - ¿que ha pasado con Isabel, nos estabas en ese hostal follando?
- Tu también me has conmocionado - las lágrimas le resbalaban mansas por las mejillas, echó los pies fuera de la cama y se abrazó a Sebastián - lo que me pide el cuerpo es tener sexo contigo eternamente, estar contigo toda la vida, pero eso va a ser mañana, cuando tenga sexo con mi novio, no con el novio de una chica. Mañana si quieres te acompaño a sincerarte, a apoyarte, que lo que tengas que oír lo oiga yo, que tus lágrimas sean mis lágrimas y tu bochorno el mio. Yo también te amo y tengo que dar la cara contigo ante Isabel.