viernes, 13 de noviembre de 2020

TÍMIDO

 La timidez es una remora a la hora de tener vida social, aunque en mi caso fue mal interpretada y me dio buen resultado.

Me distraigo con facilidad y por eso tengo que estar en primera fila en clase. Me levantaba temprano para poder estar en la facultad el primero para coger sitio. Era mi ventaja y de paso veía cada día el desfile de compañeros camino de su sitio.
Desde el primer día me fijé en una compañera de porte altivo, perfectamente vestida, maquillada y sin asomo de fastidio o contrariedad por tener que iniciar la jornada tan temprano.
En una de esas mañanas de frialdad extrema como corresponde a la meseta aquella mujer imponente se sentó a mi lado. Su olor suave a maquillaje caro y perfume mas caro aún me empujó como una tía incordiante y puntillosa a dirigirle la palabra. Me respondió con una amplia sonrisa, pero no me contestó, el profesor acababa de hacer acto de presencia. Lilha, así se llamaba - y las evocaciones de su nombre ya me derretían por unos lados y me consolidaban por otros - sacó sus folios, sus boligrafos de colores y se dispuso a producir los apuntes mas pulcros, ordenados y esteticos que hubiese visto nunca. Cuando acabo la clase, como si no hubiese pasado tiempo me contestó. Esa puesta en escena costaba levantarse dos horas antes para poder prepararse. Me sorprendió y me intrigó esa voluntad ferrea.
Marco era el figura del curso. Tipazo, rubiasco siempre despeinado con la melena recogida con una gomilla cuando nadie se hubiera atrevido a semejante salida de cauce, y una perpetua sonrisa pintada en sus veintidós años. Todas las chicas de la clase se lo comian a dentelladas de vista en cuanto entraba en el aula. Lilha ese día solo se volvió hacia mi un instante, el tiempo suficiente para decirme con rabia lo presuntuoso que era. Ahí supe lo mucho que le llamaba la atención. Marco tenía una personalidad desbordante, nadie podia negarselo y cuando pasaba por delante de nuestra primera fila para después acabar en el gallinero y nos restregaba su magnifica alegria de vivir, guiñandonos un ojo, eso si, Lilha enrojecía, nunca adiviné si de rabia o de ganas de que se tirase sobre ella atornillanle un beso de esos en los que se suponía era un maestro.

Salimos del ultimo parcial de aquel primer trimestre y para celebrarlo lo ritualizamos con unas cañas, unas tapas, cenando comida basura y acabando como si de un sumidero se tratara, en el "Dickhead", en el que supuestamente a la entrada había un perchero donde dejar los principios morales después de empaparlos en tequila.
Estabamos Lilha y yo, junto a otros compañeros en la barra, intentando hacernos entender a voces entre aquella estridencia y ahogandonos en alcohol cuando la vejiga dijo que a desbeber. Al oido y desgañitado le dije a Lilha donde iba, y ella contestó que lo mismo.
Ninguno de los dos nos dimos cuenta que Marco iba tambaleandose tres pasos detrás de nosotros. Supongo que con al menos los mismos tequilas que llevábamos nosotros.
Llegamos a un punto en que los lavabos de chicas estaban al final de una escalera que ascendía y el de chicos bajaba hasta un descansillo con dos puertas, una, la de los lavabos y la otra de un almacén. Lilha con un ahora nos vemos enfiló la escalera y yo consciente de mi estado comencé a descender apoyándome en la pared.
Y comenzó el terremoto. Quizá de haber sido más proactivo ahí habría acabado todo, pero se me vino a la cabeza lo que me decía mi amigo Norman: Shy. Y era verdad me atormentaba esa timidez, aunque en esta ocasión, esa timidez fue mi ventaja.
Sentí una mano grande y firme rodearme la cintura, sujetándome al tiempo que me aseguraba que no me caería y todo ello tan cerca de mi cara que supe que no era tequila de lo que iba Marco, era maría. Al sentirle tan cerca, como por ensalmo se me disiparon los vapores del alcohol. Llegamos al descansillo; pensé que me soltaría, pero en lugar de ello, se colocó detrás de mí y en lugar de sentir una mano en mi cintura, sentí las dos y su tórax colisionando con mi espalda. Me acompañó dentro, sin soltarme, susurrándome al oído lo buena que estaba Lilha. Luego me preguntó si quería que me la sacase, si yo no podía. En ese momento de una cabina, salió una pareja arreglandose la ropa. Ella me dijo que si no quería que me la sacase Marco, ella estaría encantada de hacerlo. El que salía con la chica de la cabina le dijo que si ella quería seguir follando el prefería irse con sus colegas. Marco me empujó con cierta violencia dentro de la cabina e invito a la chica a acompañarnos. Y me vi con aquellos dos en aquel estrecho espacio sin saber que hacer y antes de darme cuenta tenía a los dos de rodillas hurgandome la bragueta y sacándome todo lo que se podía sacar. Protesté porque me estaba meando y fue Marco el que mirándome con ese encantador descaro que esgrimía con tanta maestría, me dijo que para que creía yo que valía su boca y ante mi sorpresa abrió sus fauces. La chica protestó entonces y Marco la atrajo a él para que recibiese ella la orina. Me estaba reventando y los otros dos con la boca abierta, así que me abandoné. Parecía gustarles, se peleaban por el chorro y en esa batalla se duchaba con mi orina a conciencia. Aquello me excitó. Fue todo rápido. Con bastante destreza Marco se deshizo de su pantalón, no llevaba ropa interior, y se ensartó materialmente en su culo usando mi rabo. La chica se afanó en marearme y besarme mientras yo alcanzaba el clímax dentro de Marco. Salí de repente como de un sueño y me di cuenta de lo ocurrido. Como pude me recompuse y salí. Debía tener la cara descompuesta porque Lilha al verme llegar me dijo que si me había desmayado, le contesté que algo parecido.

Pasadas las vacaciones y el primer día de curso, al pasar Marco por delante de nuestra banca, se detuvo y me recordó al oído que aquella chica se quedó impresionada del sabor de mi semen, que a ver cuándo repetimos. Me citó para el finde y le dije que vale. Se me aceleró el corazón. Y se fue con su sempiterna y cautivadora sonrisa.
Lilha me preguntó que qué me había dicho y le dije que una cochinada.
Me tenía enganchado.



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