martes, 6 de enero de 2015

FRUSTRACIÓN

No podía con el cabreo, me habían vuelto a denegar el acceso a la prestación; en que hora pondría mi padre la casa a mi nombre. Pero no había vuelta atrás, otros seis meses de trabajos precarios y a malvivir. Si al menos hubiera tenido algún papel de la impresentable de mi pareja, podría haberle sacado algo de pensión, pero yo siempre sin darle importancia a la vida real, la que existe en papeles y oficios timbrados que certifican que realmente sigues vivo.
Ni cuenta de que una especie de ser semidivino se me acercaba, carpeta en mano. "Me permites un minuto" precisamente en ese momento tenía algo más que un  minuto para desperdiciar y más atendiendo a esa especie de ser increíblemente bonito.
A mi edad, nadie está rematadamente mal, los veintinueve años siempre dan un grado de lozanía y yo no era una mujer exactamente fea. Mi nombre no ayudaba (que culpa tendría yo de que la abuela de mi padre se llamase Petrola) pero llamarse "Petri" tampoco era un horror. "¿Cómo? " el chico de no más de treinta años y ojos sonrientes de un color increíblemente turquesa me hablaba de algo de solidaridad y la obligación de los más favorecidos ("favorecida, ¿yo?") para con los desheredados. Estaba hipnotizada, por aquellos bucles desordenados que le caían sobre la frente,  negros de brillante antracita, azuleando al sol  para dejar paso a esas dos turquesas saltarinas bajo unas cejas perfectamente delineadas. De los labios, uff, yo le habría recomendado que los prestase para la pantalla; aún hoy dudo si no llevaría brillito dado. "Perdona, estaba algo despistada" intenté esgrimir la sonrisa más cautivadora. Fije la vista en su carpetita y no pude evitar mirar más abajo, (por diossss, no había derecho a esa forma inequívocamente dura de esa parte del pantalón) "Y..., de qué ONG..." y la vista me derivó a su dedo gordo de la mano mensurando su tamaño y calculando las medidas de otras partes de la anatomía y me estremecí; sentí como se me humedecían los muslos y fue imposible no hacer resbalar uno sobre otro e iniciar algo parecido paladear un trozo de gloria. "Refugiados..., ¿me estás escuchando? intentamos concienciar del problema..." Le tenía clavados los ojos en sus labios mientras hablaba; su carnosidad, su lengua rosada y ágil (dios sabe que otros usos podría dársele) articulando las palabras y en sus dientes ligeramente separados y blanquísimos. Me tenía sumida en el estado de estupidez más intenso. "Mira, lo mejor es que dejemos la carpeta a un lado y hablemos de otro tema" y de repente sentí que me estrechaba entre sus pupilas, me acariciaba con su aliento y hacia espacio en el silencio para crear un mundo privado para los dos. Acabábamos de iniciar una relación tan especial, cuando..., "Ricky, acaba ya, que nos vamos" una delgaducha, con leznas grasientas por pelo y vestida de esa forma especial que sólo saben vestir las que no conocen el jabón le reclamaba  con urgencia. "Tenemos que dejarlo" pintó en su cara contrariedad y me quedé esperando el beso, ese beso que estaba segura que él se quedó con ganas de darme.

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