jueves, 30 de mayo de 2024

EL DIRECTOR (III)

 
- Vamos Clint.
La comida había sido animada como siempre, los muchachos alborotaban pugnando por hacerse oír por encima de los gritos de los demás y la algarabía tenía que ser sofocada de vez en cuando por unas palmas dadas desde el centro del comedor por alguno de los vigilantes. El director se había acercado por la mesa de Pedro y Clinton a citarlos a su despacho después de la cena.
- ¿Hemos hecho algo malo Don Jacinto? Clint y yo procuramos hacerlo todo según las reglas.
- Después de la cena hablaremos. Ahora sigan con su almuerzo.
- Peter, why?
- No sé Clint, no se. Siempre tengo la impresión de que nos espía. ¿Sabrá lo nuestro? Somos muy cuidadosos y siempre que vamos a los váteres del patio trasero lo hacemos con todas las garantías de seguridad.
Pedro se quedó callado mirando al vacío rememorando como fue esa primera vez. Siempre que lo recordaba se quedaba como en suspenso, el mundo alrededor anulado, solo existían él y sus recuerdos.
Había sucedido dos meses atrás. Clint aún no se expresaba bien y la comunicación era principalmente a base de gestos. Pedro continuaba con su fantasía de meterse en una cabina de váter, dejar la puerta abierta y bajarse pantalones y ropa interior simulando que orinaba a ver si sucedía otra vez. Prefería pensar que era el director el que le penetraba como aquella primera vez, sentir la tirantez del ano dilatándose y luego los violentos embites hasta culminar con unos últimos brutales que le provocaban náuseas y un placer indefinible. Luego el resbalar de fluidos por las piernas, cuando ya solo, se tocaba su ano y lo sentía abierto. Entonces se masturbaba con la misma intensidad que, quien fuese, le violaba.
Pedro aquel día le dijo a Clint que esperase en el cuarto mientras él iba a hacer algo, y ese algo era satisfacer su libido del deseo, de la fantasía, de ser penetrado de forma anónima. Al parecer los gestos de Pedro no fueron los adecuados y Clint concluyó que debió querer significar que esperase un poco y luego le siguiese.
Pedro salió de la habitación y al poco, poniendo cara de no comprender porqué su amigo se ausentaba solo y con la discreción de un gato lo hizo él, siguiendo a distancia a su compañero. Pedro llevado de la lujuria que precisaba alimentar con la fantasía de ofrecer su culo al que quisiera no reparó que Clint le seguía con mucha curiosidad.
Cuando el escocés llegó al servicio y fue mirando las cabinas se quedó frente a la que Pedro enseñaba se prieto culo redondo con una sonrisa pintada en los labios.
Se acercó y al rozarle con la mano por el pliegue de los cachetes sintió el estremecimiento de su amigo, que permaneció inmóvil esperando el castigo que debía merecer.
- Why did not you tell me? I had also been wanting it for a long time.
La frase trémula rozando la oreja de Pedro lanzó como por resorte, sin volverse, la mano hacia el paquete de Clint. Éste comenzó a mordisquear la oreja mientras que con destreza Pedro abría la bragueta de su amigo y le liberaba la verga.
- Amigo, wake-up, espabile. ¿Pasa otra cosa?
- No, no, Clint perdona. Me he quedado absorto recordando nuestra primera vez, ¿Te acuerdas?
- Fue very exciting. Metí solo punta pero mucho placer.
- Y lo de los pezones no me lo podía ni imaginar, cuando me metiste las manos por bajo la camisa y me los pellizcaste creí que me moría de gusto. Pero para gusto ahora que ya me la clavas entera y eso si que es un placer. Me tienes que dejar que te la meta yo.
- Ah! no, yo top, tú bottom, yo no mete nada, yo hago todo pero mi culo no. Duele mucho. Hermano de madre ya quiso y no pudo, mucho dolor. Chupar y eso, ok, pero culo no.
- Cuando podamos tener tranquilidad, con lub bastante y relajados lo intentaremos. A ver si vienes a mi casa en vacaciones que mis padres se largan al trabajo y tenemos la casa para nosotros. Entonces.
- Well, y tú conoces mejor Don Jacinto. En seriedad, que crees tú que el quiere.
- Ni idea Clinton. Está noche nos enteraremos. Ahora hay que ver a Martín y a ver dónde está tu revista.
Fueron para su cuarto para demandar a Martín la revista pero solo estaban Nicolas y Rubén tumbados juntos en la cama de Rubén. Nada más abrir la puerta Rubén dió un respingo que le hizo ganar un golpe en la cabeza con la cama de Pedro. Nicolás al tiempo se recomponía la ropa.
- Venga Rubén que no pasa nada. Te va el rollete con Nicolás. Estaríais haciéndoos una gayola. Estupendo. O una mamada, ¿no Nico? porque no vas a creerte que nos tragamos lo de que la mamada a Martín fue una sola vez. Que bien, tíos. Mira, a mí Clint me folla hace un par de meses. Seguir con lo vuestro y ya está. Veníamos a ver a Martín, pero no está y la revista no aparece. Y además ¿donde están sus cosas?
- Martín se ha ido. Han venido a buscarle sus padres. Me lo ha dicho Nico que estaba aquí cuando vino Martín a llevárselo todo.
- Si. Y me dijo al irse, así con mucha mala leche "Como se te ocurra decir algo de que me mamas el rabo te rajo, maricón"
- Pero ¿cómo, se la has mamado mas veces?
- Casi todos los días y algunos días dos veces. Era difícil negarse, me ponía muy guarro cuando me obligaba y a veces me hostiaba. Un día hasta me corrí de gusto.
- Claro, claro, pero el maricón eres tú. ¡Que cerdo! Pero, ¿no dejó la revista de Clint?
- Que va. Yo me acordé pero como tenía esa mala leche no me atreví. Era capaz de matarme.
- Vale. Seguir follando vosotros. Nosotros vamos al servicio del patio trasero a follar también, a mí me da mucho morbo que éste me folle allí y a él también le gusta.
- Joder, Pedro, Nicolás es un genio, la mama de muerte y siempre se lo traga.
- Venga, os dejamos a lo vuestro. Hasta luego.
A medida que nos acercábamos a los servicios de la parte de atrás sentía como empezaba a destilar por delante y por detrás. Clint sabía cómo follarse a un tío. Desde la primera vez que se me corrió usando la raja sin metermela mientras hacía que el dolor de los pezones me descubriese una intensa forma de placer, ya solo utilizó mi ojal. Le rogué la segunda vez que me taladrase el culo y me destrozase los pezones, que dolieran más los pezones que el culo y lo hizo con una sabiduría que me dejó sorprendido. Aquella primera vez que me follaron y que yo estaba convencido de que fue el director, me dolió mucho, creía que me rajaba, luego fue decayendo el dolor y en mi alma fue abriéndose paso el deseo de ser solo un agujero estrecho por el que debería colarse cada polla del colegio. Luego de aquello nada hasta que Clint atendió mis deseos y me abrió la puerta trasera. Me gustaba, y temía y deseaba, que me lo hiciese con la puerta de la cabina abierta para que nos pudieran sorprender y viese, quien fuera, que era un objeto propiedad de Clint. Salvo él nadie más me había follado, pero estaba seguro que nadie podría hacerlo mejor. Primero se agachó y yo no pude saber que pretendía. Supuse que un blow job e intenté darme la vuelta, pero con firmeza, casi violencia, me lo impidió y luego me obligó a agacharme. Me puse a temblar, me embargó el miedo a que me hiciese algo malo y de repente sentí el impacto de su cara en mi ano. Fue el placer más dulce que se pudiera conocer. Identifiqué como su lengua intentaba horadarme una y otra vez y sentí correrme. Se lo dije y me estrujó los huevos para que no lo hiciera. Después de un buen rato chupándome el ojal e inyectandome saliva, se levantó y con exasperante lentitud me metió sus dieciocho centímetros sin hacerme sentir otra cosa que placer. No tuvo más que dar media docena de emboladas y susurrarme al oído que se corría y ese susurro permitió que yo me corriera también. Desde aquel día siempre me comía el culo. Alguna vez le decía que no estaba bien limpio y me decía que mejor que mejor "Better than better, my friend" cuando me besaba después el sabor levemente amargo de su boca me excitaba todavía más.
Estábamos al final de un pasillo que giraba a la derecha y daba a los servicios. Le detuve al girar la esquina.
- Follame aquí en el pasillo, Clint. No suele venir nadie, pero el peligro es emocionante.
- Mejor dentro, right?
Me bajé el pantalón del chándal que llevaba por la parte de atrás lo suficiente para dejar al descubierto el ano y le bajé el suyo para que saltase fuera su verga de acero, me di la vuelta, apunte su capullo a mi ano y de un golpe de cadera hacia atrás me la metí entera.
- Lo ves. Follame ahora aquí en medio de pasillo. Échame todo el polvo dentro, yo seguramente ni me correré. Quiero que goces de mi sin que yo lo haga, eso me dará más placer.
Se corrió en cuanto le dije eso, la sacó algo manchada y rápidamente me agaché y se la limpié con la boca. Luego le besé.
- Esto tu haces excita mucho. Otra vez quiere que mi dick sucia, tu limpia con boca y luego besar y seguir otra vez fuck.
En otras circunstancias pensar solo en acercarme a la mierda aunque fuese mía me habría devastado. Plantearme meterme en la boca mi caca que embadurnaba el miembro tieso de Clint me hacia desear comérmelo, mezclar en la boca el sabor acre de las heces con el sabor meloso y algo soso del semen me llevaba a un campo en el que se mezclaban, dolor, asco, placer, deseo, esclavitud y tortura. Y sabía que Clint sentía y deseaba exactamente lo mismo que yo. Gozaba mientras me provocaba dolor con sus pellizcos en mis sensibles pezones y yo sentía su deseo de hacerme suyo. Me habría encadenado a Clint sin dudarlo.

Después de la cena, a la salida del comedor, Don Jacinto se acercó a Pedro y le dijo que quería verlos a los dos a las once en su despacho. Antes no podía ser, tenía otros asuntos que atender.
- A ti que te parece Clint. Las once. Ya están apagadas las luces y silencio. ¿Nos acostamos, no quedamos levantados, que hacemos?
- Fuck and wait, right?
- ¿Váis a follar aquí en la habitación? Nicolás se va a despertar y va a querer, y ya puestos, por lo menos, ¿Me dejáis mirar?
- Rubén, si quieres, nos acompañas. Y así pruebas la polla de Clint, que esto si que es follar, y de paso de desvirga ese culo asqueroso que tienes.
- Yo folla Rubén, but, you eat ass, Pedro. Yo quiero ver culo Rubén, si sucio mejor morbo. Come tu, culo Rubén, Pedro y yo drill Rubén.
El culo de Rubén olía a no habérselo lavado en días y habérselo limpiado a la carrera cada vez. Clint, me empujaba la cabeza para que hundiese la boca en su ano. Preferí cerrar los ojos para no ver la mierda seca que le adornaba la raja y me rendí al deseo de Clint de que le chupase el culo a Rubén. No fue muy diferente a cuando le limpiaba el sable a Clint nada mas follarme. Es más, saber que ese sabor un poco dulzón y amargo no era él mío me enloqueció y me entregué haciendo de la lengua una broca que entrase lo más profundo posible en el ano de Rubén.
- Es hora, Péter, hoy no puede yo fuck you, Rubén, sorry, another time.
Cuando salían del cuarto, camino del despacho de D. Jacinto, Nicolás despertó preguntando a Rubén que pasaba.
- ¿Que qué pasa? Nada que tú puedas arreglar, no puedes ser ya más bottom y mira que yo me paso de pasivo. Anda, duérmete, mañana te cuento.
- Clint, joder, sigo hecho un palo, se me va a notar cuando entremos.
- Poner manos delante, aguanta regañina que sea y yo luego pajeo en váteres, en pasillo con más emoción. Llama ya, joder.
- Adelante. Pasen y cierren la puerta. Se preguntarán que horas son éstas pero el asunto es grave y había que tratarlo con mucha discreción. ¿Que es ésto?
El director echó sobre la mesa del despacho la revista que Clint había echado en falta con la pagina central abierta en la que se veía una penetración doble por parte de dos musculosos ejemplares a un adolescente que mirando hacia atrás a la cámara tenía cara de dolor y lujuria desmedida. Clint dio un paso al frente para coger lo que consideraba suyo y el director con una fusta que llevaba en la mano le cerró el paso.
- Sabrán que un alumno se ha ido del colegio escandalizado de estas porquerías, y su padre exige una reparación.
- Martín. Ya lo sabemos director, él fue el que le quitó la revista a Clint que tenía guardada entre sus cosas para darse gusto y en eso implicó a Nicolás que tuvo que hacerle una mamada. Pregunté a Nico, verá como no mentimos. Clint es gay y le gusta ver y excitarse con cosas así, pero fue Martín el que lo hizo mal.
- Pero esto ha ido demasiado lejos y hay que darle carpetazo. El padre de Martín quiere presenciar el castigo y me ha parecido justo, pero también me lo ha parecido que estén presentes vuestros padres. Clint el tuyo está de viaje y no puede venir, pero el tuyo Pedro, está aquí también. Vamos al sótano, a la habitación de sanciones.
El director abrió el armario del material de oficina metió la mano bajo una de las estanterías y sonó un ruido seco, como de resorte y el armario entero crujió. Después de eso Don Jacinto empujó hacia un lado el mueble dejando al descubierto un hueco oscuro por el que se accedía a una escalera de caracol de madera que se quejaba a cada peldaño que se pisaba. Pedro miró a Clint y éste a su amigo como interrogándose y cierta jocosidad en la mirada.
- Bajad ya por las escaleras. Abajo os esperan los padres. A partir de ahora se han acabado las bromas. Todo esto es serio.
Con cuidado los dos amigos fueron descendiendo por aquella vetusta escalera. En las paredes, una vez que se entraba se veían titular unas velas que daban suficiente luz para poder bajar. La vista se les fue acomodando a esa oscuridad y pudieron ver las paredes de piedra y una tenue luz al final del trayecto. A mitad de escalera escucharon otro chasquido a sus espaldas y se estuvieron.
- Seguid bajando, es solo el armario que ha vuelto a su posición.
Pedro se volvió al escuchar la voz del Director y le pareció ver que vestía entre los hombros desnudos y el pecho una especie de correaje. Tocó el hombro a Clint que se volvió y miró detrás de ellos.
- Pedro, esto muy serio. El director lleva un arnés. Tú prepara culo y boca. I have been in orgies like these. Tú y yo toys.
- ¿Orgía? Verás mi padre cuando se entere.
- Seguid, no tenemos toda la noche.
El director golpeó mientras les conminaba a seguir con una especie de palmeta en el trasero a Pedro que se quejó. Clint se volvió hacía su amigo y le hizo la señal de que callase.
Al desembarcar al fin en la estancia debilmente iluminada vieron tres sombras refugiadas en la misma sombra. El director tras ellos les tomó con sus manazas por la nuca y le obligó a arrodillarse. Luego se puso delante de ellos y pudieron ver si figura. Efectivamente llevaba un arnés en la parte superior del pecho y bajo la barriga peluda un suspensorio que a duras penas contenía su sexo. Calzaba unas botas de militar. En la mano derecha llevaba una especie de palmeta de cuero con la que golpeó a Pedro mientras bajaban la escalera.
- Aquí están el padre de Martín, tu padre Pedro y alguien más que ya se presentará. De momento deberíais tener miedo de lo que aquí va a suceder, aunque tú ano, Pedro, ya sabe lo que es el dolor de alguien como Clint. Un dolor que has deseado una y otra vez. Aquí te vamos a satisfacer. Y tú Clint, deberías cagarte de miedo porque ésta noche vas a poder decir que tú ano es visitable. Miedo deberíais tener, así que venga, mearos de miedo. Cagaros de miedo ya.
Los chicos empezaron a desnudarse y Don Jacinto los detuvo.
- Yo no he hablado de desnudarse. He dicho que os meeis y cagueis ya, como estáis.
En ese momento se encendieron dos focos intensos que iluminaron a los chicos.
- Mucho mejor haz say them. Mea y caga.
- No voy a poder Clint. No se cómo hacerlo.
En ese momento dos de las figuras en la sombra se adelantaron. El padre de Pedro y el de Martín. La tercera sombra permaneció velada.
Los dos padres iban vestidos como el director, con una correa ancha en la mano para azotar.
- Pedrito, cariño, deberías hacer caso a Jacinto, deberías tener miedo.
- Pero papá.
- Aquí no soy solo papá, soy además tú amo y te exijo que te mees encima y te cagues.
El pantalón de Clint empezó a empaparse de su orina. Tomó la mano de Pedro y la llevó a su pantalón para que viese que el había empezado. A la vez Pedro empezó a oler a mierda que venía de su amigo. Pedro agachó la cabeza y pudo abrir su grifo. Sintió un placer dulce y extraño al sentir la humedad cálida en su entrepierna y se le pasaron las objeciones a abrir el ano. Empezó a cagar y a relajarse. No estaba tan mal. Y en ese momento sintieron tanto él como Clint que les llovía algo. Cuando levantaron la vista su padre y el de Martín le estaban meando encima y empapandoles en orina. Intentaron levantarse pero el director con sus manazas de acero le obligó a permanecer arrodillados y recibiendo la lluvia dorada.
- Ahora sí. Ahora podéis desnudaros y ayudarse el uno al otro a quitarse la mierda. Ahí tenéis papel para lo gordo, para el resto solo tenéis la boca. Queremos veros como os acercáis, os oleis y poco a poco váis quebrando tabúes. Los mismos que quebrasteis para dejarse horadar el culo tu Pedro o meter tu verga Clint en un culo. Lo hicisteis por morbo, por placer. A llevaros la mierda a la boca también le encontraréis su punto de placer. 
Vuestros padres os azotaran con sus cintos hasta que os decidáis a hacerlo. El que se salta una linde está obligado a saltarse cualquier linde. Y no os creáis que los padres no van a encontrar placer en azotaros. Si no lo creéis no tenéis más que mirar los bultos que tienen sus suspensorios.
- Siempre he deseado hacer ésto hijo, desde que vi como sombreabas tu sexo con vello. Azotarte porque te pajeabas a todas horas y no podía beberme tú lefa ni yo podía darte la mía cuando te espiaba y te veía desnudo.
- Siempre deseé hacer lo mismo con mi hijo Martín, hasta que le pillé masturbándose, se lo reproché pero iba en calzoncillos y no pude reprimir el empalme instantáneo. Siempre fue un descarado y tras la regañina en lugar de achicarse me apuntó con el rabo tieso y me ordenó que se lo mamase. Después de eso fue el culo una y otra vez. Tenía Martín doce. Soy su puta ahora y es él quien me azota a mí. Yo deseo hacérselo a él pero al no poder me encantaría azotarte a tí Clinton. Y te azotaré pero antes queremos ver cómo os quitáis la mierda el uno al otro y cómo disfrutáis comiéndonos el culo.
- Si hijo, Pedro. Espero no correrme de gusto viéndote comerle el culo sucio a Clint, y cuanto con más intensidad se lo comas más flojos serán los latigazos y lo mismo vale para Clint. Disfrutar de vuestros cuerpos.
Yo no sabía cómo iba a acabar aquello. Ver a mi padre delante de nosotros medio desnudo con una tira de cuero fuerte, amenazante y su suspensorio muy abultado me excitaba. El primer recuerdo del sexo de mi padre lo tengo de los siete años. Mi padre acostumbraba a bañarse de noche en la piscina de casa completamente desnudo. Era un Julio infernal. Oí el chapoteo del agua y salí de la cama y fui a ver. Me quedé en el borde observando a mi padre al otro extremo que se quejaba como si le doliera algo al tiempo que en torno a su cuerpo el agua se agitaba. Le llamé, se volvió y nadó hacia mí. Se puso de pie y me dijo que le acompañara desnudo como él. Me quité el pijama y él me tomó en brazos y me estrechó contra su pecho. Fui resbalando por su cuerpo hasta quedar apoyado entre las piernas en algo duro. Quise indagar con la mano a ver qué era ello y toqué su carne dura. De súbito la mía también tomó consistencia. Yo no sabía porqué pero me gustaba tocar aquella dureza elástica de mi padre y entonces me dijo: "Es mejor que me dejes de tocar eso. Eres aún pequeño. Si cuando seas mayor encarta, ya veremos. Y esto Pedrito, olvidalo. Ahora venga, a secarnos y a la cama". Siempre el 'cuando seas mayor encarta' me golpeaba y no sabía interpretarlo. Ahora, de pronto, todo se hizo meridiano. Acababa de encargar, con algo más de barriga mi padre, pero el mismo de la noche de la piscina.
Por suerte no Clint ni yo teníamos problemas digestivos y los dos, al desnudarnos delante de aquella gente lo que sacamos fue dos zurullos grandes que casi ni manchaban. El director trajo una especie de tatami para que nos tumbasemos.
- No me cabe duda que sabéis lo que es un sesentaynueve, pero en esta ocasión de culo. Empezad.
Clint miro a Pedro y se encogió de hombros.
- Tu sabes taste mierda. Tú chupa mi dick, pero yo first time this way.
- Pues sabe así como amargo, como el hígado que ponen a veces de comida, pero nada especial. Empieza despacito. Tú a veces me has comido el culo antes de follarme, tío. Pues lo mismo un poco más intenso.
Los padres dieron un primer azote para señalarles que debían empezar. Se tumbaron como el director había dicho y el primero en hundir la cara en el culo del otro fue Pedro. Clint se resistía y el padre de Martín empezó a azotar con fuerza lo que quitó las dudas a Clint. Tras una primera vacilación se aplicó a chupar culo con deseo. Cuando consideraron todos que estaba bien el director dijo alto.
- Estáis preparados. Cada uno ha puesto en suerte al otro.
Se encendió una luz en un ángulo de la estancia y se iluminó una especie de potro de gimnasio. Colocaron a cada uno por un lado con las piernas abiertas encadenadas a las patas del potro y los brazos lo mismo por el otro lado de manera que quedaban flexionados hacia delante con la barriga pegada al potro con sus cabezas enfrentadas.
- Cuando salgáis de aquí los dos podréis presumir de tener un culo por el que entra cualquier cosa. Quizá un puño. Os vamos a sodomizar todos, los cuatro.
De entre las sombras y ataviado con un arnés rojo salió Martín.
- Mi hijo, será el primero. Así se resarcirá del follón que habéis montado en torno a él con la mierda de revista.
Martín tomó el cuero de su padre.
- Me gusta follarme un culo bien caliente.
Y empezó a azotar sin piedad los culos de Clint y Pedro. El padre de Pedro acercó un escabel hasta el potro y se subió a él dejando su verga al alcance de la boca de su hijo.
- Metela en la boca y chupa, hijo, te aliviará el placer del castigo de los azotes.
- Así me gusta, pedazo de maricona chupase la a tu padre, que es más maricón que tú mientras te azoto.
Martín golpeaba con saña y Pedro chupaba con ansia la polla de su padre que ya sentía que se corría y agarró fuerte por los pelos a su hijo para evitar que rechazase cuando empezase la eyaculación. Pedro no tuvo otro remedio que tragar lo que pudo y toser y atragantarse.
- Mi hijo la chupa de miedo Jacinto. Ven y clavasela en la garganta, que tragué lefa y vaya aprendiendo a que va a tener que darnos juego. Y tú Martín, deja de zurrarlos ya y follatelos, que luego vamos nosotros.

Serían las cuatro de la madrugada cuando Don Jacinto dio por terminada la sesión.
- Espero que hayáis aprendido la lección. Habéis bebido meaos, comido mierda y tragado mucha lefa por arriba y por abajo. Tenéis el culo bien abierto. Disfrutarlo. Y dejarnoslo disfrutar a nosotros cuando nos apetezca. Sois dos buenas putitas. Ahora, coger vuestra ropa mojada de meaos y mierda y largaros. Despacito y sin hacer ruido a vuestro cuarto. Que mañana a las siete hay que levantarse.


sábado, 18 de mayo de 2024

EL DIRECTOR (II)

 

Habían pasado casi tres años y Pedro a sus recién cumplidos dice se sentía muy seguro entre las paredes del internado.

Al curso siguiente de aquella nochevieja en la que Don Jacinto sugirió a Pedro padre la conveniencia de que su hijo estuviese en régimen de internado, Pedro empezó curso de interno. Se salía de allí unas horas el domingo por la tarde y en cada vacación. La disciplina era estricta y los castigos corporales pactados con los padres. Consistían en lo que entre los cuidadores comentaban entre ellos como el vicio inglés, Pedro no supo de que se trataba hasta bien entrado el curso.
Ahora ya sintiéndose de los mayores y pudiéndose acariciar las cicatrices de su culo iniciaba curso. Por ser veterano le correspondía habitación de seis, tres literas con tres taquillas y tres sillas eran todo el mobiliario. Los más novatos dormían en un gran dormitorio corrido donde armar un poco de jaleo sería más complicado. La única preocupación era ¿con quien tocaría compartir cuarto.
Llegó a la habitación 1.6, la sexta del primer piso y ya estaba allí Rubén. Rubén era un chico tímido por torpe de buena altura y un poco metido en carnes por su afición a los azúcares, pero buena persona.
- Hola Rubén. Aquí estamos otro curso más. Que tal tus vacaciones, las mías, bueno, bien, con mi tío Bernabé en la montaña.
- No has ido a la playa entonces. Yo si, estuve con mis padres un mes en la costa. Un poco aburrido, pero en el hotel había buffet libre de pasteles y bollería y me he despachado a gusto, eso sí, habré cogido dos o tres kilos.
- O cinco o seis, Rubén joder que se te notan los kilos, la leche. Así vas a ligar poco y a pajas tu solo te vas a encanijar. Bueno, sabes quienes son los otros cuatro.
- Se que uno es Sergio, el cabrón ese y otro su inseparable Toño comiéndole todo el día el culo y riéndole las gracias. Los otros dos ni idea.
- Esperaremos a ver. Yo me pido la litera de arriba de la ventana y tú la de abajo, así, si me meo te cae encima.
- No sé yo quien es más cabrón si el Sergio o tu.
Pedro se abalanza sobre Rubén le sujeta con facilidad desde detrás por el cuello y le hace sentir su dureza inmediata consecuencia de la violencia. Le habla en susurró a la oreja.
- Te gusta lo duro que lo tengo eh, mariconcito.
- Joder, Pedro, ya está bien. Sabes que no me gustan estas tonterías.
- No te gustarán pero a ti el rabo se te pone duro.
Pedro había llevado su mano derecha, liberando presa, al paquete de Rubén evidenciandole que se había empalmado, momento en el que el chico pudo liberarse de la presa de Pedro mandándole al suelo de un empujón. En ese momento se abrió la puerta de la habitación.
- Hola. Nos han mandado aquí. Yo soy Nicolás y éste que no conozco de nada, Martín.
- He llegado cuando él y nos han emparejado. ¿Somos seis por lo que veo? Y..., el baño fuera..., vaya mierda.
Nicolás era un chico vivo de ojos negros y grandes, una mata de pelo azulada de negra que era muy abundante y despeinada. No muy alto de talla y fibroso. Martín, sin ser gordo, era macizo y rubiasco de ojos pequeños y turquesas. Miraba atravesado como si se le estuviese debiendo la vida. La mirada de Nicolás era limpia y franca.
- Pues agarrate que viene curva.
A Pedro no le sentó muy bien la afirmación de Martín.
- Faltan las joyas de la corona, la soga y el caldero, Sergio y su escudero Antonio. Ya los conocerás. Nos vamos a echar unas risas.
- Y vosotros, ¿qué, novios, no? cuando hemos llegado estabais por los putos suelos bien revueltos. 
- Tío, Martín, ya veo que vas a hacer muchos amigos aquí. Entras insultando a todo el mundo.
- Tú, Nico, a lo tuyo, seguramente que a ti también te gusta el aliento en la nuca. Nos iremos conociendo.
- Mira, tú, pedazo de cabrón, mi amigo Pedro y yo, no somos novios ni nada de eso, pero si así fuera, tú te metes en tus asuntos, salvo que estés poniendo en onda tu radar a ver con quién puedes apañarte.
- Yo no he tocado un rabo, salvo el mío en toda mi vida.
- Pues que quieres que te diga, Rubén y yo nos hemos pajeado ya un par de veces juntos y eso no nos hace más maricones que tú que presumes de macho. 
- ¿Os pajeais juntos?
La cara de Nicolás se iluminó.
- Yo también lo he hecho con amigos en mi pueblo y me cortaba porque no sabía si eso era de maricones.
- Joder, vaya panda de bujarrones me ha caído. Ya os lo aviso, como alguno me meta mano por la noche, le arranco la cabeza. Avisados estáis.
Martín lo dijo elevando la voz para dejarlo bien claro mientras se dirigía a la litera del otro extremo de la habitación.
- Yo me adjudicó ésta de arriba.
Estaba el ambiente tenso como cuerda de violín cuando se abrió la puerta y entró D. Jacinto con un chico alto de pelo rojo como el fuego y ojos azul oscuro.
- Ya se que algunos creíais que en esta habitación iba a estar Sergio y Antonio, pero como yo sé cómo son Pedro y Rubén y hay dos nuevos, Martín y Nicolás, os traigo otro nuevo, al que espero que tratéis como yo esperaría que os tratasen a vosotros si estuvieseis fuera de vuestra tierra. Este es Clint McRoy, alumno de Edimburgo. A su padre la empresa le ha trasladado de forma urgente para hacerse cargo de la filial y Clint ha caído por aquí. Aquí tendrá que aprender el idioma y espero que vosotros le ayudéis. Otra cosa, y ojito con lo que voy a decir. Clint es gay y es lo primero que me ha encomendado su padre que no quiere que se oculte en absoluto su condición. Y esas risitas, tú Martín si no te las quieres tragar ya estás abandonandolas. Clint es gay, no es maricón, eso me lo dejó muy claro él y su padre. Ahora, decirle donde tiene que dormir. En esta habitación no se va a acomodar a nadie más. Espero que os comporteis. Tú, Pedro, digamos que vas a ser su alumno sombra. Hasta que empiece a entender lo que se le dice tú estarás ahí para apoyarle y defenderle si hiciera falta
- Hi guys
- Este bujarrón se ha creído que somos todos gais. ¡Joder! si ya me habían dicho que este antro estaba lleno de maricones.
- Martín, listo, no se de qué colegio vienes, pero Rubén y yo, en este ya tenemos sabido diferenciar gay de guy. El chaval ha dicho "hola chicos". Hi, Clint. 

Vaya habitación que nos ha quedado. Yo que sigo soñando con que alguien pase por el servicio de patio posterior y me use de alguna manera, y a ver si esa manera es con un rabo como el de mi padre que se me pegue al culo. Desde luego si quiere entrar que sea como el año pasado. ¿Quién sería? Me dolió, joder, pero que morbazo, sentir que te follan sujetandote fuerte y sentir como resbala la lefa después por los muslos. Pero no voy a ser exigente con que se me restriegue bien, tengo suficiente. Luego está Rubén que debe tener un buen rabo y le gusta que se lo pongan. Está mañana cuando se lo he cogido pintaba muy bien en tamaño y dureza. Ojalá descapullase. A ver si este curso nos hacemos unas gayolas. El nuevo este Nicolás que dice que ya se ha hecho pajotes con los amigos, seguro que ha tocado mármol caliente. Si reconoce pajas entre colegas seguro que ha tragado algo más. Habrá que tantearlo. Quizá..., ¡ojalá! y el gilipollas de Martín con tanto despotricar de los maricones, me parece a mí que va a ser el primero en caer con Clint, que por cierto esa cabeza roja con ese bozo rojizo en la cara y la tez tan blanca, joder, se me pone dura imaginando como tendrá su bosque dorado, más bien bosque en llamas. Una buena polla escocesa sería digno colofón. Habrá que estar atento a las duchas del gimnasio y si voy a ser su sombra espero que me sorprenda algún día en los váteres del patio trasero. Me cago en la puta, este escoces me mira con ganas, este quiere, seguro..., y yo también, joder.

- Are there many gays here?
- No sé, tío. Aquí la gente no tiene los cojones que tú y el que es gay se lo calla.
Clint detuvo en su marcha a Pedro, le cogió con firmeza por los hombros le giró hacia él y le puso cara entre de extrañeza, interrogación y explicaciones. Pedro sin saber bien porqué extraños mecanismos experimentó una erección explosiva. La expresión de Clinton le dejó a los pies de los caballos del amor. Se rindió ante su reclamación de traducción y solo supo coger los antebrazos de Clint con sus manos en actitud de rendición y pidió perdón.
- Sorry. Here people are not so brave and those who are, keep quiet about it. I'm sorry, once again.
Clint sonrió de forma abierta enseñando una fila de dientes blancos con las paletas ligeramente montadas que le daban un aire de malote que terminó por rendir a Pedro. La intensidad azul de sus ojos trepanó la cabeza de Pedro a través de sus ojos y éste ya solo supo abandonarse y en ese momento sintió la voz de Don Jacinto que giraba por una esquina del corredor.
- Ya veo que se van conociendo. How is this scoundrel behaving?
Y al tiempo que el director hacia la pregunta sobre el comportamiento de Pedro le colocó la mano ardiendo sobre su nuca y se le acercó por la espalda para encarar a Clint.
¡Hostias, hostias, hostias! Es él. Esa forma de acariciarme casi imperceptiblemente la nuca con esa mano tan caliente y la manera de rozarme por la espalda. Él me folló el año pasado. ¡Quiero que lo haga más veces! 
- Director, me porto bien con él, solo que a veces le hablo en mi idioma, pero enseguida traduzco.
- He's a good boy, sir, and I think we're going to be very good friends.
- Muchas gracias Clint. ¡Oh! I'm sorry. Thank's.
- Bueno, os dejo. ¿Donde ibais, Le vas a enseñar ya los servicios del patio trasero? Vaya prisa que tienes Pedrito. En diez minutos tenéis clase. No os retraséis. Ah, y después de la comida quiero vuestro cuarto en perfecto orden de revista. Díselo a los demás.
Con la última frase D. Jacinto apretó con fuerza la nuca de Pedro y ya no le cupo duda que fue él quien le desvirgó el año anterior.
- What did the director ask you at the end?
- Nada importante. Again! I'm sorry. Nothing important. Some services in the backyard.
- You show me?
- Not now. We have class. ¡Bien!
Entre dientes y apretando los puños, Pedro se felicitó por haber respondido en inglés.

Pasaron las semanas. Clint era muy espabilado y rápidamente se hizo con todo el acervo imprescindible de palabras para hacerse entender, porque lo que era comprender lo que se le decía, el noventa y nueve. Sobre todo se aprendió los tacos, lo que más le gustaba y siempre que soltaba uno con razón o sin ella lo festejaba riendo.
Martín aparte de despectivo y maleducado era huraño y prácticamente no hacía vida en común. Miraba a Clinton sobre todo y a los demás, Nico, Rubén y Pedro como si quisiera descuartizarlos. Rubén tenía como celos de Clint y siempre estaba llamando la atención de Pedro, y Nicolás estaba como extasiado con Rubén. Siempre que podía estaba a su lado, decía que era muy tranquilo y amigable. A Rubén no le molestaba, si bien, Rubén habría preferido estar en el lugar de Clint.
Parecía que Martín estaba ajeno a todo, pero en realidad se fijaba en todo. Y ya se había fijado que Clint tenía revistas gay porno bajo su colchón. Entre éste y el cubre somier. Estaba a mitad de curso ya.
- Pedro, tú tomas mi revista gay bajo cama, joder?
- ¿Que pollas dices, Clint, qué revista?
- Yo tengo fotos gay para yo hacer pajas cuando quiero, pero ya no hay nada gay en cama mía.
- ¿Te haces pajas y no nos avisas? Podemos hacernos unas juntos y lo pasamos mejor.
- Yo mejor paja a ti, pero no es esto. Mi revista no estar.
- ¿Te gustaría hacerme una paja, Clint?
- Si, vale, joder, aunque yo mejor fuck you o polla en boca.
- Venga, vamos a solucionar lo de la revista y luego lo hablamos. Por cierto, ¿cuanto tienes de rabo?
- No sé bien. Revista.
- Vamos a buscar a Nico y Rubén, a ver si saben algo. Joder, Clint, me has puesto cachondo con lo que me has dicho de que te gustaría follarme.
- ¿Tú gay also, Pedro? Que bien hostia.
- Bueno, no cantes victoria, no lo sé. No se lo cuentes a nadie, Clint, pero me han follado una vez el curso pasado y creo que fue el director y no me disgustó, sobre todo cuando me salía después la lefa del culo, eso me encantó. Y además uno de mis peores miedos es que se me cayese la mierda y que va. Yo he seguido cagando normal.
- ¡Revista, coño!
- Mira por ahí vienen Rubén y Nico. Rubén, un momento. Venid. ¿Vosotros qué sabéis de una revista porno que Clint tenía bajo su colchón?
Rubén miró a Nicolás, éste bajó la mirada hasta sus zapatos, Rubén volvió a mirar a Pedro y vuelta a humillar la mirada. Dió un codazo a Nico que se quejó débilmente de la llamada de atención.
- Díselo tú, ya sabes cómo es, no quiero cuentas con ese.
- Pero fuiste tú Nicolás el que lo vio todo. Tú lo tienes que contar.
- ¡Ya está bien de pamplinas! Quiero saber dónde está la revista de Clint, nada más y me lo váis a contar queráis o no.
- Pero no vayáis a decirle a ese salvaje que he sido yo. Me dijo que si decía algo me arrancaba la cabeza.
- Venga Nick, cuenta Pedro y yo que pasa.
- Fue el día, hace una semana, que me quedé en la cama con fiebre. Llegó Martín buscando la ropa de deporte que se había olvidado y tenía gimnasia su grupo. No encontraba los calcetines, estaba nervioso porque no quería llegar tarde y lo empezó a revolver y atropellar todo y en una de esas movió la cama de Clint y apareció una esquina de papel, levantó el colchón y sacó la revista. "¿Tú sabías esto Nicolás? Ésta revista es de maricones" No hacía más que ojearla y ojearla y me lo enseñaba. "Está llena de pollas y tíos follandose el culo de otros tíos. ¿Quieres que te folle, Nico? Estás fotos me están poniendo cachondo" Entonces se la sacó y la tenía dura. "Anda, se bueno y pajearme, que se que tú también eres maricón" Como le dije que no me dijo que era un gilipollas y que si me iba de la lengua me iba a matar. Y se fue con la revista. No he vuelto a saber nada de ella.
- Venga, tío, Nicolás, no lo cuentes a medias, dilo todo, como me lo contaste a mi.
- Me da vergüenza Rubén. Contigo ha sido diferente, te veo más como yo, pero a Pedro y a Clint...
- Cuéntalo tu Rubén, venga ya, que no tenemos todo el día.
- No entiende no contar eso, todo. ¿Que? Hiciste paja, ¿verdad? Cuenta, no malo.
- Vale. Martín no para de mirar y me lo enseñaba a mi. Se sacó la polla y me la acercó a la cara. Me dijo que se la chupase. Yo no quería pero me estaba empalmando de la misma situación. Me destapó y me descubrió como estaba de cachondo y entonces me agarró la polla. "Lo ves Nico, no pasa nada por agarrar un nabo que no es el tuyo, lo ves. Ahora, agarrame el mío, sabes que te gusta. ¡Hazlo!"
- Y se lo cogiste.
- Peor. Me acercó el capullo a la boca. ¡Joder! no se porqué lo hice. Yo solo me había hecho pajas con amigos, pero no somos maricones.
- Venga, qué, ¿te la metió en la boca enterita?
- No sé. Cerré lo ojos, abrí la boca y me la metió. De forma natural empecé a chupar, me sorprendía que no me diera asco, es más ¿a qué negarlo? me excitaba. A Martín también le gustaba porque de tenerme agarrado el rabo con fuerza pasó a acariciarlo arriba y abajo. Me iba a correr, él decía que no parase que ya le venía y a mí me puso más cachondo aún pensar que pudiera correrse en la boca. Y sentí el primer chorreón y con él como yo me corría también. Me echó todo el polvo en la boca al tiempo que me corría y me lo tragué todo. La primera vez en mi vida. Ni soñando hubiera imaginado nada parecido. Cuando acabó Martín me advirtió "Aquí no ha pasado nada. Solo espero que ésto que no ha pasado me lo hagas más veces y la boca calladita. Como se entere alguien te enteras" y ahora ya lo sabéis. Me va a matar.
- Y la revista de Clint.
- Se la llevó, dijo que era mágica, que solo con enseñarmela le había hecho una mamada. La siguiente vez esperaba poder partirme el culo.
- No os preocupéis, ahora que sabemos que pasó, Clint y yo le vamos a apretar las clavijas al Martín ese de los cojones. Seguir con lo vuestro.
- Ustedes cuatro, ¿que hacen aquí en el pasillo charlando? A clase que es donde tienen que estar.
Don Jacinto una vez más nos había pillado. Después de lo que Nicolás nos había contado estaba a punto de estallar las costuras de la bragueta. Me había dado cuenta también que Clint no hacía más que colocarse el paquete. Mi intención era llevar al escocés a los servicios del patio trasero y allí trajinarmelo, pero ahora el director se quedaba en medio del pasillo con los brazos en jarras observando como íbamos a clase, saltarsela era impensable. Sabía que Martín, ese gruñón y pendenciero escondía algo y era que con todo el disimulo que quisiera le gustaba más un rabo que una nuez a una ardilla. Esa misma noche en la habitación todo iba a quedar en claro. Y a ver quién partía el culo a quien.

jueves, 2 de mayo de 2024

EL DIRECTOR

 

No es fácil bucear en los recuerdos y relatar las cosas intentando ser honesto y sin escurrir ningún bulto de responsabilidad. Si, es cierto, tenía nueve años y era como un folio en blanco, aunque con algunas frases ya escritas, pero también lo es que casi todo lo que se escribía en él me  mareaba de deseo y lujuria.

Estaba seguro que era el director. Desde que llegué a ese colegio, ya empezado el curso noté algo raro en su mirada. Aquel día en que trémulo de emoción me dirigía a los váteres del patio posterior donde me olía que había algo más que inodoros metidos en cubículos pequeños sentí que aquella sombra que se perdía en dirección contraria a la mía me había desentrañado mis intenciones.
Llegué a los váteres que se abrían al patio posterior y entré en una de las cabinas. Desabroché el pantalón corto que llevaba y cayó con facilidad al suelo. Luego me bajé el calzoncillo dejando el trasero al aire y esperé. Sabía que algo tenía que pasar. Estaba tan excitado que tiritaba y me castañeteaban los dientes. Era una situación muy agradable. Escuché unos pasos por el patio dirigiéndose hacía donde me encontraba y no soporté la tensión. Atropelladamente me subí el calzoncillo y el pantalón, me abroché a la carrera y salí deprisa del lugar.
- ¡Pedro!
Caminando con premura por el pasillo que llevaba al aulario escuché la inconfundible voz del Director. Me detuve y pensé que D. Jacinto había leído con claridad mis pensamientos y estaba al tanto de mis deseos más inconfesables. Estaba congelado sin mover un músculo.
- Muchacho, arreglese ese jarapo de la camisa, ya es usted mayorcito para aprender a vestirse. Y a clase, que ya es tarde.
Sintió la mano del director meterse entre la cinturilla del pantalón y la piel para recogerle la camisa que había quedado por fuera con las prisas por salir del váter. Se le erizó toda la piel del cuerpo.
- Ya me lo arreglo yo Don Jacinto, no se preocupe.
La palmada que a continuación me dió en el culo a medias cariñosa y a medias sancionadora me hizo pensar que ojalá la palma del director hubiera impactado sobre la piel y me hubiera satisfecho el ansia incontrolable e inexplicable de ser azotado por alguien de su edad. Me sorprendió mucho sentir como la verga se me endurecía.

Y aquí es donde se impone la honestidad de la que hablaba al principio. Ese azotillo de D. Jacinto no desató en mi oscuros anhelos porque sí. Había antecedentes y son los que quiero contar antes de seguir con el relato.
Vivíamos, que es donde yo nací y mis hermanos mayores, en una finca que mi padre heredó de su abuelo y éste del suyo y creo que en ese plan de abuelo a nieto durante generaciones. La casa era el típico caserón inconcebiblemente grande de los que se hacían siglos ha, para acoger a la familia ampliada. Al final acababan acomodándose en el inmueble siete u ocho familias, unas cincuenta personas y todas bajo la egida del pater familias que era señor de horca y cuchillo; nadie le discutía sus decretos.
Mi padre conservaba ciertos de esos tics y claro, no había nunca segunda instancia.
Por otra parte, cuando yo tenía ocho años era un zascandil o como decía mi madre un metesillas sacataburetes y todo lo miraba e investigaba. Aquel día buscando lagartijas por el maizal, escuché unos gemidos que iban en aumento y de una voz que no me era extraña. Me orienté por el sonido y de repente me di de manos a boca con el Braulio. El Braulio era un peón de la finca de unos cuarenta años, enjuto, nervudo y nervioso, con una barba siempre de días, se afeitaría de domingo a domingo seguramente, soltero, vivía en la gañanía y no muy hablador. Pues bien, Braulio estaba, con el mono de trabajar por los tobillos y una mata medio crecida de maíz metida entre las piernas. Con la mano izquierda pellizcandose un pezón y con la derecha atizandose con furia la polla, una barra de carne no muy larga, muy morena y gruesa con un capullo de color lila fuerte; la cabeza la tenía echada hacia atrás y los ojos cerrados. La estampa era impactante. Pensé que le ocurría algo y muy atemorizado le llamé
- Braulio. ¿Que te pasa?
Fue por decir algo porque lo que me pedía el instinto era quedarme contemplando la escena y acercar despacio la mano para tocar. Pero me abrió los ojos, me vio con semblante asustado y en ese momento dió un grito como de angustia y empezó a echar un líquido blanquecino y medio espeso que me alcanzó un poco en la ropa. Después se le relajó la cara se zafó de la mata de maíz que tenía metida entre las piernas y empezó, muy satisfecho y sonriente a ponerse el mono otra vez.
- ¿Que te ha parecido, zagal, nunca habías visto a un macho sacándose la leche?
Me quité algo de lo que me había manchado al escupirlo por el rabo lo deslicé entré dos dedos y lo oli. Pensé llevármelo a la boca a ver a qué sabía, pero preferí no hacerlo, podía ser pus.
- Eso que has echado, ¿es malo, estás enfermo?
- Eso que he echado, lefazo, es lo mejor que te puede pasar. ¿aún no echas?
- Yo ahí no me tocó. Solo para hacer pis.
- Pero, ¿se te pondrá dura?
- Si, muchas veces.
- Pues cuando la tengas dura agárrala fuerte con la mano y sacudela como me has visto hacer a mí. Te va a gustar. Y ahora me tengo que ir al tajo que el mayoral me maja a palos.
En cuanto pude lo probé y me aficioné aunque algo decepcionado por no echar nada al final pero el estremecimiento  y el placer que procuraba me invitaban a repetir una y otra vez la masturbación. Pensaba que quizá haciéndolo mucho conseguiría sacar aquello que se sacaba el peón. Quería que se me pusiera como a Braulio. En los días siguientes me masturbaba una y otra vez sin resultado eyaculatorio, así que volví a buscar a Braulio y le pregunté.
- Tu sigue machacandotela y cuando seas un poco mayor te saldrá. Ya lo verás.
Me iba al maizal, me quedaba entero desnudo y hacía lo que le vi hacer a Braulio, meterme una planta de maíz entre las piernas, que me acariciase toscamente el culo y los huevos, y es verdad que me provocaba más placer, pero no escupía nada al conseguir el gusto.
Al verano siguiente como cada año, mi padre se bañaba a diario en la pileta que construyó para mí madre, al lado de la rosaleda que plantó mi bisabuela. Mi padre era un atleta y nadaba todos los días durante muchos minutos. Aquel día yo no tenía ganas de bañarme con él y empecé a pensar en como sería agarrar un pene gordo como el de Braulio. El mío se ponía muy duro, asomaba la cabeza cuando tiraba con determinación del pellejo, pero no terminaba de salir del todo. Intentaba una y otra vez bajar el pellejo pero no podía acabar. Lo intentaba siempre pero me entraba el gusto antes y luego se me bajaba la dureza. Me metí en la rosaleda y me senté en un banco de madera, me quité el bañador y empecé los manejos para poder descapullar. No se cuánto tiempo estuve así, pero me sacó del ensimismamiento mi padre con un grito.
- ¿Que haces, guarro?
Lo había conseguido al fin. El pellejo había dejado al descubierto todo el capullo el gusto que me entró fue especial pero apareció mi padre gritándome y se me cortó.
- Ahora se te van a quitar las ganas de porquerías. 
Tenía cara de estar muy enfadado, me cogió de un brazo con violencia y se me aceleró el corazón pero no era miedo, era excitación. Me gustaba lo que acababa de ocurrir, que mi padre me viese con el capullo fuera, como los mayores. Me levantó del banco y se sentó él echándome boca abajo sobre sus rodillas y con su pierna sujetaba las mías para que no me moviese. Esa presa de inmovilización, sentirme a su merced hizo que volviera a empalmar. Disfruté.
Mi padre utilizaba un bañador de lycra de competición muy pequeño, blanco, muy ajustado. Cuando me echó sobre sus rodillas y empezó con las nalgadas con la mano abierta cada vez más fuertes sentí como mi polla impactaba contra la suya y noté que le crecía. Mi padre se empalmaba, como yo. Me entró una vaharada de, hoy se que de deseo. El dolor de los azotes en el culo me levantaba un placer en mi pene que se incrementaba a cada azotazo. Era como cuando me pajeaba pero mucho más placentero, deseaba que siguiera pegándome por lo que estaba haciendo que debía ser malo, al parecer procurarse placer con la verga propia, pero me gustaba ser corregido de esa manera. Llevé mi brazo derecho bajo mi regazo para tocar mi miembro y comprobar su dureza y que efectivamente gozaba con cada azote y sentí la polla dura de mi padre contra la mía. La agarré a través del bañador y sentí su extrema dureza. En ese momento dejó de azotarme y experimenté al tocar el pene paterno uno de los mejores orgasmos de mi vida. Me levantó de sus rodillas, me dijo que cubriera mi erección y el se levantó intentando protegerse pero no pudo evitar que le viese asomar el capullo por el elástico del bañador echando una cosa blanquecina como la que echaba Braulio. Cuando se marchó atropelladamente volví a masturbarme con la imagen de su capullo eyaculando intentando liberarse del elástico del bañador. Me corrí al instante.
En cuanto me corrí por segunda vez fui en busca de Braulio a decirle que le había tocado el rabo a mi padre, que se había corrido y me había gustado.
- Pues cuando quieras, yo tengo a tu disposición la mía a ver si también te gusta. A mí te aseguro que me va a gustar y si me lo haces con la boca mejor que mejor.
No esperaba esa contestación que me cortó, di media vuelta y me fui.
O sea, que con la boca también se hacía eso. Menudo descubrimiento. Estuve una semana haciendo contorsionismo intentando alcanzarme el rabo con la boca. Desgraciadamente no lo conseguí.
A la semana siguiente mis padres me comunicaron que me cambiaban de colegio a uno en el que almorzaría también. Le llamaban medio pensionista.

Durante toda la mañana Don Emilio, el profe de geografía e historia me estuvo llamando la atención.
- Pedrito, por favor, está usted en babia, tiene la mirada perdida todo el rato.
Don Emilio me llamaba Pedrito siempre, era cariñoso. Me conocía desde que nací, era amigo de la familia.
Desde que el director le dió el azote blando en el culo, Pedro estaba en las nubes. No conseguía concentrarse en nada.
Su compañero de pupitre le daba codazos para que espabilase. Ramón era un chico casi más ancho que alto de buen corazón.
- Pedro, ¿que te pasa, joder? Te van a mandar al despacho de D. Jacinto. Y verás...
- ¿Que va a pasar, que me va a azotar? Ojalá.
- Estás loco Pedro, a veces no hay quien te entienda.
Cuando Ramón me abrió la posibilidad de ser enviado al despacho del director un escalofrío me recorrió el cuerpo. Esa mano intentando remeterme la camisa y el azotillo posterior habían acabado por abrirme los ojos de la verdad. Como si de una película rápida fuese vi en una milésima de segundo a Braulio manchandome de semen, a mí padre azotandome y empalmandose a la vez y corriendose al contacto con mi mano. Estaba convencido que de ir al despacho del director acabaría con un castigo corporal que me abriría la puerta a placeres desconocidos.
- Ojalá me manden al despacho y ojalá me azoten con el culo al aire.
- Estás más loco que lo que todos creíamos.

Acabó el curso y salvo un par de veces en los váteres del patio trasero, después de la comida todo transcurrió con normalidad.
Las dos veces fueron como siempre, yo convencido de que el director me marcaba pero no era capaz de saberlo con seguridad. En una de ellas el que apareció por allí fue Ramón mi compañero de pupitre. Me vio con el culo al aire y me preguntó que porqué me desnudaba para mear.
- No sé Ramón, me gusta estar desnudo.
- ¿Y no te importa que te vean el culo?
Efectivamente, había descubierto que me gustaba exhibirme, que me mirasen fuese la fuese la reacción.
La otra vez fue un profesor que apareció por allí y se limitó a decirme que cerrase la puerta cuando enseñase las vergüenzas y la cerró él.

Las vacaciones de navidad transcurrieron con mi padre evitándome, que me daba cuenta, y yo intentando provocarle.

Pedro deseaba ardiente que su padre le pillase en falta para tener que someterse a los azotes de castigo. Solo pensar en esa palabra mágica le empujaba a cualquier rincón a masturbarse. El padre de Pedro se daba cuenta de las torpes maniobras de su hijo y sabía perfectamente lo que buscaba, lo que ya no le tenía tan contento era decidir quien quería que cuanto antes se precipitase la situación, si Pedrito o él. En ese dilema moral estaba cuando encontró la solución en su matrimonio. Menudearían las relaciones conyugales, pero lo que Pedro padre no sabía es que la madre de su hijo no quería más embarazos y que en cuanto su marido aumento la frecuencia de solicitud de relaciones ella le llevó por otros derroteros.
- Cariño, ¿Porqué nunca me has propuesto usar otros puntos para meterte en mi cuerpo? Mis amigas me dicen que sus maridos las usan por detrás y que les da mucho placer también a los dos.
Pedro senior sabía perfectamente lo que era una sodomización. El tenía quince años y su hermano Bernabé once, cuando con motivo de visita de familia de fuera él y su hermano tuvieron que compartir cama. La edad, el calor, el juego, las risas y la confianza mutua se ligaron en un coctel explosivo y Pedro acabó sodomizando a su hermano y llegó un momento que no era ya solo en la cama. Cualquier lugar valía, el corral, la cuadra, la caseta de bombeo o por los maizales. Hasta que Pedro se casó a los veinticinco estuvo bien amancebado con Bernabé. Nunca se supo, nadie dijo nada pero el contacto de sexos con su hijo Pedro tuvo la habilidad de hacerle revivir aquel idilio. Él no se lo quería consentir, pero deseaba taladrar el ano a su hijo y volver a sentir lo que sintió la primera vez que se lo hizo a Bernabé que cuanto más lloraba porque le dolía, más placer encontraba él hasta que Bernabé aprendió a satisfacerse de su dolor y el placer que parecía sentir su hermano. Al mes, Bernabé estaba ya muy abierto y no volvió a tener que llorar.
Cuando su mujer le dirigió la verga a su ano en lugar de a la vulva, Pedro no se lo pensó y entró con deseo y destreza. A la mujer tampoco pareció importarle.
- Esperanza, cariño, o mucho me equivoco o tu culo ha sido visitado más veces.
- Si amor y tu polla no parece ser la primera vez que llama a una puerta de estas.
- ¿Te ha gustado como te sodomizo?
- Mejor que mi primer novio de adolescencia, decidimos que cualquier cosa menos un embarazo. Por cierto luego me dejó por un amigo que debía tener mejor ojal que yo.
- No cariño, te dejó porque el otro podía visitarle a él también por la puerta trasera, seguro.
Cada vez, a partir de entonces, que Pedro sodomizada a Esperanza no podía evitar que se le pusiera delante el trasero de Pedrito mientras le azotaba y daría cualquier cosa por poder explorar sus humedades, espacios secretos y escondidos por los que podría perder la cabeza. Soñaba con el ano de su hijo, no solo para penetrarlo sino para comérselo, como tuvo que hacer con Bernabé para convencerle la primera vez.

La nochevieja fue rara. Mi madre gustaba de montar una fiesta con muchos invitados para recibir el año. Cuál no sería mi sorpresa cuando apareció D. Jacinto sin su mujer que se disculpó por males que le aquejaban. En cuanto me vio vino a saludarme
- Hola Pedro, qué, deseando ya volver al colegio.
Era en mi, ambivalente, por una parte maldita la gracia que me hacia volver a la rutina y por otra parte aquel retrete del patio trasero, casi siempre vacío y en el que estaba seguro que algo excitante se cocía. Y la casi seguridad de que el director me espiaba. Deseaba que me descubriese mis más sucias intenciones.
- Si, por ver a Ramón mi compañero de banca y por el patio...
- El trasero ¿verdad?
Me tenía cogido por los hombros y me miraba muy fijo con esa sonrisa pérfida del que sabe las cosas antes de que a ti se te ocurran. No contesté.
- Anda, vete a jugar por ahí, ya hablaremos tú y yo cuando vuelvas.
En ese momento llegó mi padre.
- Don Pedro, a su hijo le vendría bien un régimen de internado, aprovecharía más con nuestras clases de estudio y recuperación. Aprendería más disciplina, tan importante para triunfar el día de mañana.
- No le digo que no Jacinto, lo consultaré con mi mujer.
Mi padre me dió un azote cariñoso en el culo y me despidió. A mí aquel azote hizo que se me erizarán hasta los vellos que no tenía.
- ¿Ha dicho lo del internado en serio o porque estaba él delante para presionarle?
- En serio, en serio, es muy espabilado y la convivencia lejos de los caprichos maternales le vendría bien.
Cuando acabó la fiesta, mi padre como todos, tenía alguna copa de más. Yo ya estaba en mi cama cuando entró mi padre en la habitación, ya con su pijama para acostarse y se sentó a mi lado, yo me incorporé y le miré a los ojos, que me penetraron saltarines. Empezó, como solía desde que era pequeño, a hacerme cosquillas y yo a contorsionarme por ellas y en uno de esos movimientos dejé caer la mano en su regazo. La tenía gorda y pedí perdón. Se detuvo en las cosquillas y se puso muy serio.
- Perdón porqué.
- Te he tocado sin querer ahí.
- ¿Y qué?
Empecé a reírme nervioso y él volvió a las cosquillas y yo a revolverlo todo con mis risas, y en una de esas se le salió su verga. Nos quedamos quietos los dos. Yo mirándole lo grande que era y el mirándome a mi.
- Es más grande que la de Braulio.
¿Que has dicho, qué Braulio, nuestro Braulio, el peón?
- Si. Le vi este verano en el maizal. Estaba pajeandose y le salió lo mismo que a ti el día que me diste en el culo en la rosaleda.
- Pero, ¿le tocaste?
- Ni siquiera un poquito como a ti el día aquel. Fue una casualidad, yo estaba por ahí y le vi, pero el no me hizo nada.
- ¿Que recuerdas del día que yo estaba en bañador?
- Que yo estaba probando a hacer lo que Braulio hacía y tú me pillaste, me llamaste guarro y me pusiste en las rodillas y me azotaste.
- Nada más.
- Que se te salía la tuya por el bañador y te la toqué sin querer.
No volví a ver más a Braulio.

La inocencia de su hijo fue lo que le enervó. Contaba con que al preguntar a su hijo, éste con suficiente conciencia de pecado se ruborizase al menos o le contestase descaradamente que tenía una polla grande y le hubiera gustado poder disfrutar de ella más, pero en lugar de eso alegó ser involuntario lo que cortaba la salida lujuriosa que él deseaba. Tendría que planearlo de otra manera. Deseaba a cualquier precio entrarle a su hijo y hacerle ver donde estaba todo el placer en la forma de amar a su padre.