jueves, 1 de noviembre de 2018

TODOS TENEMOS UN CULO


En el transbordador que me llevaba a la isla de Ellis, escuché a dos hombres de mediana edad charlando muy tensos. Se les acercaron dos mujeres, a todas luces sus parejas y antes justo de reunirse con ellos, uno le dijo al otro algo que no entendí hasta hoy: "All men have an ass", ¡claro! pensé en aquel momento mientras me salpicaban la cara gotitas de la lluvia que empezaba a caer sobre el Hudson.

Me casé muy enamorado de mi mujer. Se que estaba enamorado por que no concebía estar separado de ella ni un segundo. Cuando por los avatares de la vida cada uno debía incorporarse a sus tareas, me entraban sudores, ahogos y temblores y en cuanto me iba acercando a ella mi cuerpo entero se enardecía y necesitaba imperiosamente entrar en el suyo con intención de quedarme. El mundo entero se desdibujaba y ya solo existía ella y yo entre nubes de algodon dulce.
Nuestro viaje de novios a Las Maldivas fueron quince dias de sexo constante del que solo descansabamos para tener mas sexo aún. No nos cansabamos. Aquel archipiélago es un paraiso efectivamente y para nosotros doblemente. Pasada la primera semana, llegó otra luna de miel al bungalow vecino. De nuestra edad aproximadamente lo dosificaban mejor que nosotros y pasada la fiebre mas alta hicimos las primeras visitas subacuaticas. Enseguida congeniamos. Las mujeres tenian muchas cosas que contarse entre risas cohibidas y nosotros nos consolabamos entre zumos de fruta de no poder seguir ejercitando los genitales.
Cuando al tercer día Alfredo, que se llamaba mi vecino se quejó de lo que le cortaba cuando al retirarse de Julia, su mujer, sacaba su miembro manchado.
- Manchado de qué, ¿lo hacéis con la regla?
Alfredo se me quedó mirando sorprendido, con cara entre de no entender nada y este tío me está tomando el pelo.
- De mierda, joder Alejandro. ¿Tú no se la metes por el culo a Elisa?
Me dejó descolocado por completo. Es verdad que alguna vez en uno de nuestros maratones sexuales sentí como que su sexo se me quedaba corto, que hubiera necesitado algo más intenso, pero no se me había ocurrido. En cuanto visualice a Elisa de rodillas ofreciendome su sexo bien rasurado como ella sabía que mi más me excitaba, vi su ano como reclamandome e inmediatamente me fue imposible disimular ante Alfredo mis siete pulgadas. El lo cazó al instante y se carcajeó del impacto.
- Realmente tío nunca lo habías hecho. No me lo puedo creer.
Y yo cuanto más queria disimular mi erección menos lo conseguía, asi que me tiré al agua para serenarme.
Alfredo se tiró detrás de mí y cuando me alcanzó me preguntó si se me había pasado la evidencia.
- ¿De verdad Ale, que no se lo has pedido nunca?
Me quedé callado con la mirada perdida en el intenso turquesa del agua visualizando a Elisa con esa cara suya de cabreo intenso que presagiaba tormenta con mar arbolada y yo con gesto de adolescente al que han sorprendido con la mano en su pene sacudiendolo furiosamente.
- No sabría como entrarle Alfredo, de verdad, tío.
- Muy sencillo, cuando mas cachonda la tengas en la cama, más fuera de si, le dices que ahora viene lo mejor, se la apuntas y según, golpe de cadera y que grite, o suavito y que te pida que empujes.

- Pues a mi nunca me lo ha hecho.
Elisa entre contrariada e intrigada, respondía a la confidencia de su inesperada amiga.
- ¿Pero como fue?. No veo a mi Alejandro pidiendome que ponga el culo en pompa.
- Un día me vino muy excitado diciendome que tenía una sorpresa. Estaba yo sola en casa, porque mis padres estaban en la casa de la sierra. Me puso en las manos un vibrador rosa. Me corté mucho pero me excitó. Empezamos el calentamiento y me enseñó como estimular el clitoris y la sensación que producía insertandolo en la vagina.
- ¿No te daba grima?
- Un poco, hasta que empezó a vibrar y empecé a sentir un orgasmo lento, dulce y prolongado. Luego perdí el sentido del tiempo. Alfredo alternaba la penetración del vibrador con su propio pene; se me bajaba el gusto y le pedía vibrador. En un momento me dijo que me pusiese a cuatro patas que me iba a coger desde detrás, que el orgasmo iba a ser mas intenso.
- Julia, por dios, me estoy mojando
- Yo si que estaba empapada. Me di la vuelta y empezó a meter y sacar el vibrador. Me mareaba de gusto. Me dijo entonces que manejase yo el aparato a mi ritmo. Y si, controlando yo el placer era mayor. Me preguntaba que si me estaba poniendo muy guarra. Yo quería algo muy grande dentro. Y en ese momento sentí que me masajeaba el ano con gel lubricante para inmediatamente apuntarme su pene y empujar levemente. Sentí la urgente necesidad de que me penetrase por detrás y empujé gritándole que me entrase profundo. Lo hizo. Dolió. Pero como tenía el dildo en la vagina, la irrupción en el recto de esa masa dura hizo que sintiese que era poseida por dos tíos. Alcancé el climax de golpe y me desmaye. Cuando desperte me chorreaba el semen de mi culo. Y llegamos a un punto que Alfredo me dijo que a él le gustaba por delante también, porque es que tía, estoy enviciada.
- No me explico Julia, como por un sitio tan pequeño puede entrar un pene. El de Alejandro no es chico y me lo imagino y me dan sudores.

- Mira, yo lo hice la primera vez engatusandola con un consolador de esos a pilas, y tanto le gustó que tuve que pararle los pies, porque parecía que salía con un maricón en lugar de una tía. Solo cataba ano. Tanto tio que cogí el vibrador un día y olía a mierda. Le pregunté y me dijo que no podia evitarlo. Tanto me intrigó...
A Alejandro se le descolgó la cara, miro a Alfredo con los ojos muy abiertos interrogandole.
- ¿Que? -Preguntó Alfredo casi molesto por la forma de mirar de su amigo de bungalow- no, tio, no soy maricón, pero lo probé. Tanto le gustaba a Julia...
- ¿Pero Julia sabe que lo usas? Joder, tío, no me lo quiero creer. ¿No te dolio? Hostias tio, ¡por el culo!..., ¿bueno, y que?

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