jueves, 29 de diciembre de 2022

EQUIVOCO

 - ¿Podrás tragartela entera?
- Tío, si no me entra entera con mi carrera, me retiro.
Bruno tomó la cabeza de Raúl entre sus manos y profundizó en la boca del chico. Raúl miraba hacia arriba, a la cara de Bruno en signo de sumisión total empezando a lacrimear al tiempo que cohibia la primera náusea sin atreverse a una maniobra evasiva y al contrario, empujó hasta que penetró en su garganta el último centímetro de polla y sus labios besaron la suave y peluda piel del escroto. Aguantó unas cuantas arcadas más hasta que le desbordó el vómito por boca y nariz pero sin renunciar al deseado bocado duro y caliente.

Cuando Raúl vio a Bruno entrar a la finlandesa no se lo podía creer. Él, desde el oscuro rincón en el que sudaba y manoseaba su sexo le veía perfectamente aunque Bruno recién entrado a la calurosa  penumbra no pudo ver a Raúl.
Bruno era un cuarentón bien conservado, nada de definición muscular pero bien formado. Algo de barriga, aunque por debajo de la misma, tras la toalla se adivinaba un bulto apreciable.
Raúl un twink algo descarado, aunque sin mala intención sintió endurecerse y apostó porque Bruno se sentase cerca de él. El chico se sacó la toalla de la cintura dejando saltar su juguete ansioso de ser domado y con la tela de rizo marrón hizo una especie de sudario de cabeza. Bruno acomodó su vista a la penumbra de la sauna y divisó en la otra esquina alguien con la cabeza velada, como si una monja de clausura se hubiese despistado, pero que exhibía un precioso trofeo enhiesto y de cabeza brillante. Se levantó de su rincón, se quitó la toalla también y enseñó orgulloso sus veinte centímetros de poder escoltados por una bolsa peluda de auténtico oro blanco. Sentado al lado del chico, no se anduvo en premiosidades, alargó la mano y sin ningún tipo de vacilación comprobó la dureza que ofrecía Raúl. 
Al chaval no le hizo falta más, se lanzó al regazo de Bruno a consumir sexo con su boca.
- No vayas tan deprisa que me vengo enseguida.
Raúl se levantó y fue directo a la boca de Bruno. Las lenguas en choque, la mezcla de salivas y el deseo mutuo hizo lo demás.
- Follame la garganta tío, tu rabo me cabe entero en la boca y tu leche tiene que ser dulce y grumosa.
Sin esperar al consentimiento una vez más Raúl se zambulló en el regazo de Bruno que sin poder remediarlo le entregó todo lo que llevaba dentro al chaval.
- ¿Te lo has tragado?
- Todo. ¿Tienes fuerza para el culo? Me encantaría que me lo comieses y luego entrases a saco.
- Vamos a tomar algo al bar y luego vamos a una cabina. Además, aquí ya hace mucho bochorno.
Salió primero Raúl y Bruno detrás colocándose la toalla a modo de taparrabos. Al caminar tras Raúl de repente se detuvo.
- Espera chaval.
Raúl se detuvo se volvió con una sonrisa cómplice y Bruno le estrechó en un abrazo potente cubriéndole de besos.
- ¡Joder, tío!
- ¿Porqué no me llamás Bruno?
 Le echó el brazo por los hombros y Raúl le rodeó la cintura y así muy despacio y charlando muy bajito llegaron al bar.
- Un cervezón para mí y para este modelazo..., ¿que tomas?
- Refresco de limón sin azúcar.
Sin terminar sus bebidas Bruno se acercó al oído de Raúl susurrando su deseo de follarle allí mismo y mordisqueandole la oreja. Raúl se estremecía de placer e intentaba meter la mano por dentro de la toalla a Bruno.
- Venga, vamos a una cabina Bruno.
En la cabina Raúl se transfiguró cuando Bruno le entró de todas las formas posibles hasta terminar por preñarle.
- ¿Te has dado cuenta de la hora que es Raúl?
- Si, tío es tarde. Se me ha pasado el tiempo en un suspiro, pero es que follas como nadie. He tocado el paraíso. Tenemos que repetir más veces 
- Seguro, Raúl, seguro. Te voy a acompañar a tu casa, es demasiado tarde por este barrio a estas horas.
- Si y a mi madre que le digo.
- De tu madre me ocupo yo, descuida.

- ¿Aún no te han dado llaves de tu casa?
- Aún no. Dice mi madre que con mi edad y hasta que no vuelva mi padre, nada.
La puerta de la casa se abrió y allí estaban Bruno y Raúl delante de una mujer visiblemente irritada.
- Que horas son estas Raúl.
- No te sulfures cuñada. Me he encontrado a mi sobrino y hemos estado dando una vuelta, ¿verdad, campeón?
- ¿Habéis cenado, al menos?
- Que va, cuñada, veníamos a que nos dieras algo. Y de mi hermano ¿que se sabe? 
- Ya ves la faena, en la fuerza de interposición, me tiene en vilo y hasta dentro de tres meses no les sustituyen los canadienses. A las horas que son, ya te quedarás a dormir, digo yo, mañana es sábado.
- Si mamá, que se quede y así seguimos hablando de nuestras cosas, ¿verdad, tío?
- Por supuesto, sobrino, tenemos mucha tela que cortar.
- Si, Bruno a ver si me le haces un hombre que no se yo este niño.
- Un hombre completo, cuñada.
- Venga a cenar.

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