L O S C A Ñ O S
(ESPAÑA)
El avión, un 737, aterrizó en
Sevilla pasadas las diecinueve horas. Habían cazado un KLM business que salía
de Bruselas, lo más cercano a Lovaina, a veintisiete kilómetros, que les llevó
menos de media hora llegar en un taxi. Cogieron el vuelo casi en marcha pero
llegaron con bien al sur de España. A Corina le sorprendió la buena temperatura
a pesar de las fechas.
- A estas alturas en Washington
tiene que estar nevando
- Si, en Washington - le dijo
Roberto orgulloso de su tierra – pero esto es España y para más INRI Andalucía.
Aquí alguna vez hace algo de fresco pero lo habitual es que haga bueno.
Se dirigieron a un mostrador de Rent-a-car para alquilar un coche que le llevase hasta
Zahara a casa del padre de Roberto.
- Pero no puede ser – un chica de
unos veinticinco años se dolía contrariada con un marcado acento de Boston – mi
padre me dijo que en este mostrador tendría un coche para mí. ¿Qué hago yo
ahora en esta ciudad?, no conozco a nadie. Mi teléfono aquí aún no funciona y
no puedo llamar ni al consulado. Mi equipaje me lo han extraviado y viene en
otro vuelo, solo tengo una American Express pero sin identidad que venía en mi equipaje. Pasaporte
y American Express, ¿Qué hago, si ustedes no me admiten esta tarjeta?
- Perdone, quiero alquilar un
vehiculo, alta gama por favor – dijo Roberto educadamente.
- No, perdone no, - contestó
irritada la chica que por momentos se ponía más histérica – estaba yo antes y
tengo que resolver este asunto.
- Quizá yo pueda ayudarla –
contestó educadamente Roberto en perfecto ingles de Boston – si me explica que
le sucede.
- ¡Ah!, gracias a dios un
americano.
- No se confunda señorita –
español, de Madrid, pero vivo en Cádiz y estudio en Yale. Le presento a Corina
mi novia, Corina Taylor, hija del senador Taylor, habrá oído usted hablar de
él.
- ¿Cómo no? Perdone, yo soy Lisa
Tempelhof, como el aeropuerto de Berlín. Mi abuelo estuvo allí en la ocupación
y se caso con una alemana, que insistió que yo me llamase como su padre, mi
bisabuelo, de ahí el nombre. Voy para Tarifo…
- Será Tarifa – dijo sonriente
Roberto haciéndose de inmediato con la voluntad de Lisa.
- Tarifa – y soltó una carcajada
distendida de por fin ser escuchada por alguien – pero tengo todos mis papeles
menos pasaporte y la American
en mi equipaje que como siempre han equivocado de vuelo. Mi padre me dijo que
tendría en este mostrador un coche a mi disposición pero no saben nada de
Tempelhof ni de mí.
- Nosotros vamos a Zahara que
está a pocos kilómetros de Tarifa, es más, te llevamos a Tarifa, que además a
Corina le encantará. Así que si quieres ya tienes transporte.
Roberto alquiló con su visa sin límite
un Q7 y se dispusieron a viajar.
- En realidad creo que no es
Tarifa como tal. Mis amigos están en una caravana, haciendo kate en una playa
cercana pero no recuerdo…
- Valdevaqueros – contestó sin
inmutarse Roberto. Es una pasada esa playa, posiblemente la única virgen que
queda en Europa, con una duna que es patrimonio de la humanidad. Tus amigos no
son tontos. Si hace buen día – se dirigía a Corina ahora – habrá más de
doscientas velas en el aire, cada una de un color componiendo un ballet irrepetible,
llegando a parecer imposible que no se les enreden los tirantes de las velas a
unos con otros con la cantidad de piruetas que hacen y lo alto que son capaces
de subir. - Mis amigos vienen de Bali de hacer surf y me dijeron por teléfono
que no había color en cuanto a emoción entre el surf y el kate-surfing.
- Bueno, te dejamos en
Valdevaqueros y así a la vuelta le enseño a Corina las ruinas de Baelo Claudia
en Bolonia.
- Tu estás loco Roberto – le dijo
con cara de extrañeza Corina - ¿A Italia vamos a ir ahora, en coche?, por dios
venimos de Bélgica.
- Noooo – fue condescendiente Roberto
– Bolonia es una playa virgen que en tiempo de los romanos poseía una industria
pesquera de renombre en todo el imperio romano por fabricar el mejor “garum”
del imperio – y sin dejarles a las dos preguntar continuó – el garum es una
salsa con fortísimo olor y sabor a salazón de pescado que se hacía con las
vísceras de los atunes que se cogían a su paso por el estrecho. En Roma
alcanzaba altísimo precio. Aquel garum, hoy nos haría vomitar, olía a pescado
podrido. Actualmente se fabrica una variedad más comestible y adecuada a
nuestro paladar que se sirve en algún restaurante de renombre.
- ¡Que asco! - Dijo lisa.
- Te doy toda la razón - le
contestó Corina.
Cuando abordaron el coche, Corina
se sentó en la parte de atrás con Lisa.
- Así llevamos chofer – rio con
ganas – y charlamos de cosas de mujeres.
Antes de que pudieran darse
cuenta estaban dejando a la derecha a Jerez de la Frontera.
- Aquí hay un circuito de velocidad
en el que se celebran pruebas del campeonato de Fórmula Uno y de motociclismo.
Es famoso – apostillo Roberto.
- Si -dijo Lisa - yo lo he
escuchado
Roberto notó en la voz de Lisa
como un desfallecimiento.
- Yo no tenía ni idea – contestó
Corina – yo conozco Indi, Daytona y poco más.
Y Roberto volvió a notar un deje
en la voz de Corina que no le terminaba de ser desconocido. Hurgó en su memoria
y recordó que era el mismo timbre de voz que demostró cuando en Yale se lo
hicieron su hermano y él con ella. Se puso en guardia porque de repente ajustó
el retrovisor y solo vió la cabeza de Lisa; la cabeza de Corina había
desaparecido.
- Ya – murmuró Roberto – vosotros
los yankis tan provincianos siempre.
- ¿Cómo? – preguntó como dando la
sensación de que no estaba en lo que estaba Corina.
- Nada cariño, bobadas mías.
Roberto, puso el intermitente a
la derecha y se apartó por una desviación fuera del arcén. Las dos chicas no se
dieron ni cuenta. Lisa tenía los ojos cerrados y la cabeza de Corina se perdía
entre las piernas de la chica.
- Vaya, vaya, vaya – Roberto se
había dado la vuelta y contemplaba el espectáculo de su novia lamiendo el sexo
de su eventual amiga.
- No te cortes – levantó la
cabeza Corina – vente aquí detrás con nosotras y juguemos un poco.
- Bueno chicas, seguir follando
ustedes, yo tengo ganas de llegar a casa cuanto antes y para Valdevaqueros, nos
queda unos kilómetros. Lo que voy a hacer es que como es tarde, nos pasamos por
casa, pasamos la noche allí y mañana temprano llevamos a Lisa a Tarifa. Seguir
follando que yo voy a conducir.
Las chicas ya sabiendo que su
chofer estaba al tanto de sus manejos, no se cortaron en cuanto a gemidos y
protestas gozosas de los mordisquitos y pellizcos que se daban hasta que pasado
un rato las dos casi al unísono elevaron el tono de sus gemidos hasta que
chillando se corrieron quedándose dormidas las dos, una encima de la otra.
Roberto se acarició su sexo que estaba siendo estimulado convenientemente por
la audición del encuentro entre las chicas, pero siguió conduciendo, algo
cansado ya. Conectó su iPod al coche y la música de Supertramp retumbó en todo
el coche. Las chicas se despertaron y protestaron.
- No os quejéis, que en casa mi
padre os va a dar la vara con Bartok. Irse adecentando, que estáis hechas unas
perras, que ya llegamos al cruce de Barbáte. En un cuarto de hora en casa.
Al salir de Zahara y enfilar la
carretera que conduce a la urbanización de los alemanes un todo terreno les dio
el alto.
- ¿Dónde van ustedes? – preguntó
desabrido un guardia de seguridad.
- ¿Y quién coño son ustedes? - Preguntó
muy seguro de si mismo Roberto – para detenernos en una carretera sin
pertenecer a las fuerzas de seguridad.
- Seguridad de la Urbanización. Por
esta carretera solo se llega a la urbanización por tanto tenemos que preguntar.
Este vehiculo no lo tenemos registrado y nuestra obligación es detenerle y dar
parte a la Guardia Civil
si no nos convencen de su destino.
- De acuerdo – concilió Roberto –
vamos a casa de mi padre. Alejandro Altamirano, el médico, arquitecto que vive
allá en lo alto casi en un palomar.
El guardia y su compañero se
echaron a reír y el perro que llevaban ladró al escuchar a sus guardas reír.
Roberto puso cara de
interrogación levantando las manos del volante de su Q7.
- Buena gente su padre – dijo el
guardia
- Sobre todo a cuatro patas – y
se le cortó la frase por una carcajada al guardia que le dio la replica.
- ¡Ah! Ya se quienes sois –
contestó desafiante Roberto – me contó mi padre lo buenas piezas que sois. Esta
noche no quiero veros por casa. Voy con mi novia y una amiga y vamos a tener
suficiente. De todas formas si os necesitamos, o a vuestra mascota damos un
toque.
- ¿Es que el perrito tiene habilidades? – preguntó sugerente Corina.
- No tenéis más que llamarnos
luego – contestó el guardia.
Roberto arrancó camino de su casa
dejando atrás los guardias que por el retrovisor se les veía frotarse sus
braguetas.
Llegaron a la casa dejando el Q7
aparcado en la calle. Se dirigieron a la puerta mientras Roberto buscaba las llaves.
- ¡Joder!, me las he dejado en el
coche – encaminándose al coche a buscarlas.
En ese momento se abrió la
cancela de la casa. Alejandro vio a las dos chicas pero no vio a Roberto que
estaba ya en el coche.
- Y vosotras dos ¿Quiénes sois?
Corina intentaba explicarse
cuando llegó Roberto.
- ¡Papa! Ya venía yo con las
llaves.
- He escuchado un ruido de motor
extraño y he salido a ver. Ha habido robos, ¿sabes?, y hay que estar con mil
ojos.
- Mira papa, te presento a Corina
y esta es Lisa, una chica que encontramos en el rent-a-car con problemas de
tesorería – la chica le miró airada – bueno no es una pordiosera, solo que no
le admitían la American Express
y el resto de sus tarjetas y demás venía en un vuelo posterior, por lo de
siempre, ya sabes lo de las perdidas de equipajes en los aeropuertos. Nos
ofrecimos a traerla hasta Tarifa que es donde viene a ver a unos amigos, pero
se hacía tarde y decidimos pasar la noche aquí. Mañana si te parece la
acercamos.
- Me parece muy bien – respondió
Alejandro – pero pasar, estaréis hambrientos, supongo. Vamos a comer algo y me
contáis.
Roberto cerró la puerta de la
cancela como era su costumbre de una patada que hizo retumbar toda la portada.
- ¿Nunca vas a aprender, Roberto?
– le recriminó medio en broma su padre.
- No seas cascarrabias viejales –
y remató con una sonora carcajada.
Alejandro no pudo evitar sentir
un estremecimiento de cariño por su hijo, pero al mismo tiempo entreverado con
ello una punzada de placer sobrevenido en la entrepierna. De forma inconsciente
se llevó la mano a la bragueta para colocarse el pene, lo que no se le pasó por
alto a Roberto.
- Estás salido, viejo – y
recomenzó a carcajearse – estás salido – se acercó a él y le dio un empujón con
el hombro al tiempo que le echaba el brazo por el cuello le acercaba a su boca
y le daba un sonoro beso en la mejilla y le susurraba al oído – echabas de
menos la polla de tu niño, ¿eh?, bueno pues luego esas dos nos van a hacer un
poco felices con su numerito lesbico, que en el coche no se les daba nada mal.
- Pero bueno – protestó Alejandro
medio en serio – es tu novia, ¿o no? Es que para ti no hay valladares, ni
cancelas, todo el monte…
Roberto no le dejó terminar,
porque le dejó sin habla palpándole la bragueta y comprobando que estaba duro.
- Y por lo que veo, papá, para ti
tampoco. Que ganitas tienes, cabroncete, de todo un poco ¿verdad? Pues como yo.
Un surtidito como se dice en la plaza de la Flores.
Dejó a su padre sin palabras y
continuaron hasta la puerta de la casa donde las dos chicas esperaban que
llegasen los hombres.
Alejandro abrió la puerta y
entraron a la casa. Condujo a todos hasta el salón.
- Más tarde nos enseñan la salita
de juegos, ¿no papa? – dijo no sin retintín Roberto.
- ¡Ah! Tenéis una sala de juegos
- dijo emocionada Lisa.
- Si contestó Alejandro - casi
entre dientes – pero no muy usual, es algo diferente.
Roberto miró a su padre y le
guiñó un ojo
- Vamos a la cocina a preparar
algo de comer papa. Que se queden aquí las chicas charlando de sus cosas.
Roberto echó el brazo por el
hombro a su padre.
- ¿Qué te juegas que si venimos
ahora despacito – le dijo al oído – las pillamos liadas?
- No seas liante tú, chico, vamos
a la cocina y déjalas a ellas.
- ¿Y tú papi? - Y le volvió a
coger la bragueta comprobando la dureza – sigues cachondito ¿no?
- Tú crees que me lo podré hacer
con la chica esa – preguntó con temblor de excitación – preguntó esperanzado a
Roberto.
- Seguro, pero antes tenemos que
darnos la bienvenida tu y yo solitos…, en la cocina mismamente.
Nada más llegar a la cocina
Roberto se abalanzó materialmente sobre la bragueta de su padre.
- No creerías – le dijo de
rodillas delante de él mientras le abría le desabrochaba el pantalón – que iba
a dejar que fuese Quique el único que te comiese la polla. Yo tengo más
derechos.
- Roberto, por favor, las chicas…
- Las chicas ya se estarán
follando las dos, que estaban muy calientes durante el viaje. Ahora nos toca a
nosotros. Hacia meses que no nos veíamos, y además esto solo va a ser el
aperitivo de la orgía de después de cenar en el sotanillo los cuatro juntos.
En cuanto Roberto abarcó el pene
de su padre con los labios éste sintió una punzada intensa y de color azul
fuerte cuando cerró los ojos por el placer e inmediatamente eyaculó en la boca
de su hijo. Inmediatamente éste se levantó y compartió el semen con su padre a
través de un beso prolongado y caliente.
- Ves, papá, no ha sido nada,
pero ya estamos calentando motores. Vamos a preparar unos bocadillos y a
recuperar fuerzas.
Cuando volvieron al salón Corina
y Lisa estaban fundidas en un ardoroso beso.
- ¡Niñas! – Gritó Roberto –
déjense de comerse la una a la otra que ahora toca comer algo más sustancioso,
aunque sea menos interesante.
Las dos chicas dieron un bote
sintiéndose sorprendidas en falta.
- Tranquilas chicas – les aquietó
Alejandro – en esta casa somos muy tolerantes, pueden ustedes darse todos los
besos que quieran…, pero luego, ahora toca reponer fuerzas por lo que pudiera
venir después.
Comieron los bocadillos como un
herbívoro come en la sabana, deprisa para pasar al siguiente acto, solo que en
lugar de querer escapar corriendo del depredador, todos querían que todos les
atrapasen cuanto antes.
Lisa, pidió un refresco.
- En esta casa somos civilizados
y se come con buen vino – se apresuró a contestar Alejandro.
Descorchó un Penedes del 2000 y
sirvió los vasos.
A mi es que le vino… - se
disculpó Lisa algo cortada
El vino alegra el corazón del
hombre – contestó festivo Alejandro, después de consumir su vaso – o por lo
menos eso dice la Biblia
y vosotros los americanos soy mucho de la Biblia.
Si, pero…, continúo intentando
evitar Lisa.
- Chorradas – se puso serio
Roberto – bébete el vino que verás como para lo que viene ahora te va a venir
de perlas.
Después del primer vaso de vino
Lisa esbozó una sonrisa bobalicona y empezó a acariciar a Corina. Alargó la
mano con el vaso vacío a Alejandro para que se lo llenase.
- Está muy bueno y siento un
calorcillo aquí – se señaló la barriga – muy agradable y Corina es muy bonita –
y soltó una carcajada sin sentido.
Acabaron los bocadillos y Roberto
dio el pistoletazo de salida.
- Nos vamos abajo, estaremos más
cómodos.
- ¿Abajo, que es abajo? -
Chapurreó medio en ingles medio en español Lisa.
Alejandro la tomó por el brazo y
la ayudó a llegar hasta la escalera.
- Ahora te enterarás lo que es nuestra
sala de juegos.